lunes, 26 de junio de 2017

Advierten crecimiento desmedido y sin planificación en Bariloche

Por Gabriel Aybar (Argentina). Comunicador Social y maestrando en ciencia, tecnología e innovación en la Universidad de Río Negro, Argentina. Docente en Instituto Adventista, Santa Rosa, la  Pampa.











¿Quién de alguno de nosotros que haya visitado Bariloche, alguna vez, no tuvo el sueño de quedarse a vivir? Cumplir el sueño de muchos, tiene un costo muy alto para la ciudad. Servicios deficientes y colapsados. Contaminación, problemas de tránsito y escasez laboral son algunas de las consecuencias que genera esta situación. Lo más preocupante es que se está afectando el principal patrimonio de la ciudad patagónica: el entorno natural. Un trabajo de planeamiento y desarrollo ambiental sustentable, podría llegar a revertir la situación.
Norberto Rodríguez, investigador y residente de la ciudad, ve con preocupación el deterioro ambiental, la poca planificación y la ineficacia de los políticos para detener esta problemática. El paisaje y la belleza escénica es “el principal atractivo de la ciudad”, por lo tanto, es la principal fuente de ingresos y es necesario preservarla, sostiene el investigador.
En su pesquisa, Rodríguez considera que “el crecimiento urbano no controlado de una ciudad turística de montaña, sin planeamiento acorde a la sustentabilidad de su Patrimonio Paisajístico Natural, genera un impacto negativo para la principal actividad económica de sus habitantes”. Y reflexiona, que el causante de este impacto negativo, en muchas ocasiones podría ser impulsado por un desarrollo inmobiliario descontrolado. Generado por la apropiación desmesurada de espacios naturales con un valor agregado por la belleza escénica.
La escasa planificación en la distribución de los servicios, también genera consecuencias en la calidad de vida de los habitantes. La cooperativa encargada de brindar el servicio eléctrico, posee grandes falencias en la distribución. Además, la CEB (Cooperativa Eléctrica Bariloche) es la encargada de proveer el servicio de cloacas en la ciudad. La planta de tratamiento de efluentes se encuentra en el este de Bariloche. Periódicamente se ve desbordada y vierte fluidos sin tratar al lago generando un alto grado de contaminación. Esta situación ha trascendido en los medios nacionales de comunicación, generando en los habitantes una gran indignación sobre la situación pero sin soluciones a corto plazo. “Materia pendiente de todos los políticos”, declara Rodríguez con un esbozo de resignación. Esta deficiente red cloacal llega a un sector limitado de la ciudad, por el cuál, muchos barrios se ven obligados a realizar tratamientos individuales, generando contaminación en las napas subterráneas.
Rodríguez piensa que para generar un crecimiento adecuado en la ciudad, es necesario descentralizar los servicios. Proyectar servicios acorde a la geografía y a las necesidades de la ciudad. La variedad y evidente diversidad  topográfica de la ciudad no debe ser un impedimento o un aspecto negativo para que un desarrollo planificado y sustentable sea posible. Por el contrario, un desarrollo sustentable, una racionalización y un buen aprovechamiento de la geografía resultarían de mayor atractivo turístico.
        El investigador explica que es necesario e imperioso regular el negocio inmobiliario. Causante en gran parte del crecimiento desmedido, responsabilidad que le atribuye el investigador. “Los grandes negocios inmobiliarios llegaron para quedarse, generando un desequilibrio territorial y estableciendo las nuevas reglas de juego en la ciudad” declara Rodríguez. Y amplía su afirmación remarcando que “ellos son los que venden el sueño de vivir en la Patagonia, pero omiten que la ciudad está colapsada por el tránsito. Los servicios son deficientes, los empleos son escasos y las propiedades sobrevaloradas”. De esta forma, el autor deja en claro su posición tomada como residente de la ciudad.

EL ABANDONO DE UNA COMUNIDAD RURAL: Tenaún es un pequeño poblado de la isla de Chiloé que lucha por sobrevivir


Por Juan Carlos Márquez Mora (Chile). Licenciado en Trabajo Social Universidad de los Lagos. Diplomado internacional en Derechos Humanos y empresas en Fundación Henry Dunant - América Latina. Actualmente cursa maestría en ciencia, tecnología e innovación 




Tenaun, es una  comunidad rural de la isla de Chiloé  que se encuentra en peligro de desaparecer  por la falta de apoyo y por la contaminación de su propia Cultura.
La localidad se enfrenta a permanentes contradicciones:  por un lado, se debate entre su anhelo para ser beneficiada por el desarrollo local  y por otro lado,  con su esperanza del buen vivir.
Existen comunidades  que son víctimas del abandono por parte   de las políticas sociales y de las autoridades gubernamentales; son pequeños poblados que se extienden a lo largo del país y que  no tienen mayor impacto en el quehacer nacional  ni mayor influencia en el acontecer político. Literalmente están desplazados y permanecen  en el límite: entre la realidad y la ficción; son comunidades casi en  peligro de extinción.
La realidad nos indica que el desarrollo está abandonando a Tenaun, pero que en forma intermitente este desarrollo ingresa con algunos programas  gubernamentales  y  privados, incorporándose a la cotidianidad de esta comunidad,  con una fuerte carga imperialista,  neoliberal y discriminadora; planteando políticas sociales descontextualizadas y  desarraigadas de la  participación ciudadana, en donde la comunidad no constituye un actor relevante en la satisfacción de sus propias necesidades; por lo tanto, esos programas no tienen impacto ni valor en el buen vivir de las personas de este pequeño poblado insular.
Es así,  que por estos días  se encuentra en la isla grande de Chiloé el destacado cineasta Silvio Caiozzi, quien filma otra de sus películas chilenas adaptada en  el Chiloé de los años 70; sin embargo, el  cineasta al regresar a Chiloé  después de 45 años de ausencia, se encuentra con  comunidades chilotas efectivamente en peligro de extinción, abandonadas, marginadas del desarrollo nacional; entonces; enfrentado a esta realidad,  Caiozzi intenta recrear al Chiloé de los años 70, para lo  cual reconstruye un pequeño poblado chilote, trasladando desde distintos puntos de la isla construcciones de  90  y 100 años de antigüedad, para ello utiliza la tradicional “minga”  para trasladar esas casas por tierra y mar. Una  vez finalizadas las grabaciones cinematográficas, Caiozzi pretende que ese poblado  se transforme en el reflejo   del Chiloé antiguo, rudimentario; probablemente,  por ese poblado no avance nunca ni el progreso ni el desarrollo, ya que será un pueblo transformado en museo y  patrimonio de la humanidad, tal cual  lo son las iglesias de la isla. Las  viviendas  de este pueblito no serán habitadas, sino que representarán   el museo de la música, de los tejidos, de las leyendas, de la infraestructura. No obstante, con el aumento de los turistas  a ese poblado, también se  mejorara el bienestar  de los habitantes  cercanos, quienes efectivamente avanzan y se impactan con la realidad discriminadora del desarrollo,  sufriendo las trasformaciones propias del desgaste y del cambio cultural.
Una de esas comunidades  es Tenaun,  una caleta pesquera que también explota la madera, la leña, el ganado  y los pequeños huertos caseros. Pues bien, Tenaun no es un pueblo fantasma, es una comunidad rural real con personas de carne y hueso, quienes cotidianamente se ven enfrentados a la sobrevivencia, a las carencias de  los servicios públicos,  a las limitaciones  para acceder a los medios de transporte. Tenaun, es un ejemplo de aquellas comunidades marginadas del desarrollo nacional. Por ejemplo en términos de infraestructura, los materiales de construcción se han ido trasformando, rompiendo con la tradición de las tejuelas de alerce. Entonces,   a medida que avanza el tiempo va perdiendo parte de su identidad, de su singularidad y se desvanece peligrosamente como cultura. Sin embargo, Tenaun sobrevive  con dificultades a esa influencia, es una  de las pocas comunidades, que a pesar de la penetración neoliberal del desarrollo, mantiene esbozos  importantes de su cultura: Se observan algunas construcciones antiguas, conservación de tradiciones;  especialmente del ámbito agrícola: explotación de las papas, de las manzanas, elaboración de chicha, mingas, entre otros. Ahora bien, por otro lado hay elementos culturales que han sido violentamente exterminados por la civilización continental, en especial la lengua de los Huilliches, conservándose exclusivamente algunos apellidos de dicha etnia, pero exterminado completamente el idioma autóctono; esto también ha sido consecuencia de la dominación  e invasión de Chiloé, que se arrastra desde los tiempos de la conquista española y que en la actualidad ha mutado  en el concepto de globalización , en donde  la influencia  de los medios de comunicación masivo,  ya golpearon hace algunas décadas las  puertas de las casas de alerce y se quedaron violentamente a convivir con los habitantes de  Tenaun. La globalización, no solo les arrebata parte de su idiosincrasia, sino que además  reemplaza esa comunicación oral, que le dio vida a la mitología chilota y cuyas historias   nacieron en esas casas, en sus fogones.
Mientras Caiozzi trata de reconstruir el Chiloé mitológico a través del cine, su pequeño engendro, que es la televisión intenta destruir esa cultura que perfectamente puede ser un pilar fundamental  del  buen vivir. Por tanto, Tenaun es víctima del deterioro, de un deterioro estructural  y cultural. Los antiguos han envejecido; mientras que  sus retoños  están abandonando la caleta, es una comunidad de larga data, con una población  de adultos mayores  y con gran movimiento demográfico, especialmente de la juventud, quienes emigran en busca de mejores alternativas laborales y educacionales. En definitiva, los jóvenes   ya no se interesan ni por las faenas del mar, ni por las  labores del campo. Para ellos, la mitología solo es parte de su historia, pero no del presente; muchos desconocen sus  propias  tradiciones.  Mientras la población adulta, se reconstruye  en el mar  y producen en pequeños huertos caseros, los jóvenes se  embriagan con la globalización, especialmente con las redes sociales.
Ahora bien, es el Estado  el llamado a implementar acciones que permitan  a Tenaun  lograr un desarrollo integral, destinando a dicha comunidad  profesionales idóneos, especialmente antropólogos que  (Escobar, 1999) “ … Actuando como intermediarios culturales entre aquéllos que diseñan e implementan el desarrollo por un lado, y las comunidades por otro; recabando la sabiduría y los puntos de vista locales; situando las comunidades y los proyectos locales en contextos más amplios de economía política; considerando la cultura desde un punto de vista holístico... “; todo ello,   fundamentado en el buen vivir  de sus habitantes, con una clara  y activa participación   en la construcción de su proyecto de vida, respetando su contexto cultural, pero permitiendo una adecuada implementación  de políticas sociales  que no solo  contribuyan a mejorar su infraestructura, los servicios públicos:  obras viales, beneficios sociales, mejores condiciones de empleabilidad y fuentes laborales,  entrega de subsidios y herramientas para emprender, fomento del turismo, rescate de las tradiciones, financiamiento de proyectos productivos;  sino que, además,  rescate de su patrimonio étnico y tradiciones ancestrales. El buen vivir, solo será posible si estas acciones gubernamentales, se encuentran arraigadas a las necesidades y demandas de la propia comunidad, quienes son los convocadas a organizarse y promover su propio desarrollo. Tampoco es menos cierto que el gobierno local, en este caso la Municipalidad de Dalcahue, unido a las organizaciones territoriales  de Tenaun  deben  implementar con urgencia un plan de desarrollo local , con financiamiento nacional que permitan a Tenaun crecer , sin menoscabar  su historia y su patrimonio cultural, como lo son: su iglesia, sus construcciones, sus tradiciones,  su folclore, entre otros; de tal forma de ir superando sus propias pobrezas  (Max-Neef, 1993) “  de participación (debido a la marginación y discriminación de mujeres, niños y minorías); de identidad (debido a la imposición de valores extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político, etc.) y así sucesivamente. Pero las pobrezas no son sólo pobrezas. Son mucho más que eso. Cada pobreza genera patologías”   Dichos antecedentes  deberían ser  el fundamento del desarrollo de Tenaun,  por lo tanto estos tres actores: Estado, Municipio y la comunidad, deberían implementar con urgencia  un programa de rescate cultural, abordando    todas las necesidades  locales , con un fuerte  protagonismo  y participación  de la comunidad ,  (Grau, 1999)“…. aquí se muestra un mayor grado de organización e integración, en este nivel los individuos se agrupan y organizan con el fin de intervenir directamente en asuntos de la esfera pública que los afecta….”   transformándose los habitantes  y las organizaciones de  Tenaun en los principales actores   de su planificación y conservación; de tal modo que no sea posible que un cineasta de la trayectoria de Caiozzi arribe a Chiloé y proponga  a la comunidad un museo ficticia para que las próximas generaciones recuerden  como  era la cultura chilota. Hoy tenemos la oportunidad  de contribuir al buen vivir  del Tenaun  real, antes de que  esta comunidad se despedace, desapareciendo como experiencia cultural.
Por último,  y a modo de propuesta, el Estado y el gobierno local, deberían implementar  un plan de acción para el buen vivir de Tenaun, incorporando profesionales, especialmente antropólogos, trabajadores sociales y sociólogos, entre otros, para que se  encarguen de elaborar un diagnóstico y de diseñar con la participación activa de la comunidad,  las estrategias de desarrollo para esta caleta pesquera; además, es conveniente que las acciones que se emprendan contribuyan al rescate de las tradiciones y cultura de Tenaun, conservando su mitología, construcciones y folclor.

En conclusión, para alcanzar el buen vivir de Tenaun solo será posible si los propios habitantes de esta caleta se involucran  activamente en generar las estrategias que le permitan superar sus actuales pobrezas y carencias, pero a partir del desarrollo de su propias potencialidades, en donde su identidad y cultura  deben transformarse en el pilar que el Estado debe  considerar al momento de diseñar políticas sociales de desarrollo, con rescate de sus tradiciones y con un fuerte  sentido de pertenencia de la comunidad. Al otorgarse las  herramientas necesarias,  Tenaun podrán crecer y alcanzar el buen vivir  y el desarrolle a escala humana.

Bibliografía

Escobar, A. (1999). Bdigital. Obtenido de Bdigital: http://www.bdigital.unal.edu.co/16255/
Fleur, M. y.-R. (2010). Taringa. Recuperado el 31 de Mayo de 2017, de "Teorías de la comunicación masiva": http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/3392470/Teoria-de-la-dependencia-de-los-medios.html
Grau, N. C. (1999). La reinvención de los Servicios Públicos en América latina. Algunas Lecciones de la Experiencia. Clad Reforma y Democracia N° 13, 54.
Max-Neef, M. A. (1993). Desarrollo a escala humana. Montevideo: Nordan-Comunidad.
Moledo, L. C. (1998). Divulgación cientifica, una misión imposible. En L. C. Moledo, Divulgación cientifica, una misión imposible (págs. 97-112). Universidad Nacional de Quilmes: ISSN.
Polino, C. (04 de Septiembre de 2004). Focus "sabios e ignorantes", o una peligrosa distinción para America Latina. Recuperado el 07 de Marzo de 2017, de http://mctei.unrn.edu.ar/pluginfile.php/566/mod_resource/content/1/POLINO_sabios_ignorantes.pdf
República, S. C. (2015). Banco de la República. Recuperado el 31 de Mayo de 2017, de Teoría de la dependencia: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/politica/teoria_de_la_dependencia

ALGUNAS REFLEXIONES ACERCA DE LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Por Astrid Bengtsson (Argentina) Doctora en Psicología, Univ. Autónoma de Madrid, España. Docente; Centro Atómico-Instituto Balseiro Bariloche, Argentina

      
         

               La divulgación científica se realiza desde los comienzos de la ciencia. Ya en 1610, Galileo publicó en El mensajero de los astros, dibujos de las montañas y los cráteres de la Luna, vistos con el telescopio de veinte aumentos construido por él mismo. Pero es en las últimas décadas del siglo XX que la divulgación científica ha cobrado su mayor presencia y relevancia. Esto se debe no sólo al gran desarrollo científico-tecnológico y a los nuevos mediadores de la comunicación, sino también al hecho de que se ha convertido en objeto de estudio de distintas disciplinas como la comunicación, la lingüística, la sociología, la epistemología y la psicología, entre otras. Ahora bien, ¿qué entendemos por divulgación? Algunos autores critican este término, ya que supone una visión sesgada en la que se le brinda información al vulgo (gente popular, caracterizada por poseer conocimientos a nivel superficial). Otros términos discutidos por razones similares son el de vulgarización y el de popularización. El término que cuenta con más consenso actualmente es el de comunicación de la ciencia, ya que implicaría una negociación de significados entre las partes, considerando el contexto social, cultural y político. Otros términos también muy utilizados que suelen tomarse como sinónimos de este último son: alfabetización científica, percepción pública de la ciencia, comprensión pública de la ciencia o cultura científica; todos con connotaciones diferentes. Pero detenernos en cada uno de estos términos supondría un artículo entero. Más allá del término elegido, también podemos hablar de distintos modelos comunicativos que pueden reconocerse en las formas de llevar a cabo la divulgación. Bruce Lewenstein, pionero en este área, propone una clasificación a partir de sus investigaciones en la comprensión pública de la ciencia, analizando las motivaciones, las fortalezas y los desafíos en diversas propuestas divulgativas como exposiciones, publicaciones, museos, charlas, páginas de internet, documentales, iniciativas individuales desarrolladas por científicos, etc. Su clasificación consta de cuatro modelos. El modelo de déficit busca «llenar» de contenido la falta de información en la sociedad. Este modelo, más característico de la década del 70, es muy criticado por ser portador de una visión que supone al receptor como vacío de conocimientos. El modelo contextual entiende que las personas no se enfrentan al conocimiento como entidades vacías, sino que lo procesan de acuerdo a esquemas construidos en los contextos en los que participan. La principal crítica a este modelo es que el conocimiento científico no suele tomar a ese otro conocimiento «alternativo» como válido, tratando de imponer el suyo. Surgen, entonces, otros modelos: el modelo experto-novato (que implicaría una visión jerárquica del conocimiento y, en casos extremos, también puede remitir al primer modelo) y el modelo participativo. Este último supone una interacción activa, un diálogo entre expertos y novatos, de manera que puedan intercambiar ambas visiones, pero teniendo como objetivo que el lego consiga llegar a explicaciones más sólidas y cercanas a las científicas. Esta clasificación nos lleva a otro aspecto importante, ¿quiénes son los destinatarios? y ¿qué necesitan para entender? Los destinatarios pueden ser distintos grupos: otros investigadores (a través de publicaciones no especializadas destinadas a colegas de otras áreas o disciplinas) o periodistas, quienes oficiarán luego de intermediarios entre el científico y el público. La comunicación puede tener una intención más didáctica y estar destinada a un público en particular: infantil, juvenil, profesionales, comunidades determinadas, etc. Y por último, puede estar destinada a un público amplio y general, sin ninguna característica específica. Según quienes sean los destinatarios, se imponen ciertas restricciones o condiciones según el momento evolutivo o características de cada grupo, ya que no es lo mismo contarles a niños en edad preescolar de qué están hechas las cosas, que a un grupo de arquitectos sobre la resistencia de determinado material. Esto nos lleva a la cuestión central: ¿qué debe contarse y cómo? ¿Debemos contar todo acerca de un tema? ¿Alcanza con eliminar fórmulas y términos técnicos? ¿Qué significa divulgar (o comunicar) la ciencia? Y aquí tampoco hay una visión unificada. Los más extremistas sostienen que la divulgación es imposible, porque un determinado tema sólo lo puede entender, en profundidad, un experto. En el otro extremo encontramos a aquellos que sostienen que alcanza con sólo eliminar los términos técnicos o las fórmulas. En cambio, algunas posturas intermedias, echan mano de procedimientos discursivos o expresivos que le permitan al receptor (oyente, lector, etc.) encontrarle un sentido social y establecer conexiones con su vida cotidiana o con los conocimientos que ya posee de antemano. Este rodeo le permitiría a quien recibe la información, ir entretejiéndola con su red de conocimientos e intereses previos para incorporar una visión nueva, más cercana a la científica. Podemos también decir que la divulgación científica realizada por medio de textos, está a medio camino entre el discurso científico y el discurso literario, ya que es a través de la utilización de recursos más propios de la literatura que se busca interesar al lector, brindándole herramientas que facilitarán la adquisición del conocimiento nuevo que se le está ofreciendo. Algunos de estos recursos son: las metáforas, el humor, las sinécdoques (figuras retóricas que se centran en relaciones de inclusión, el todo por las partes o viceversa), las anécdotas, las contextualizaciones históricas o científicas. Otro recurso de gran eficacia en la divulgación de la ciencia es la utilización de imágenes, que acompañen e ilustren el discurso verbal. Cuando la divulgación se realiza en forma oral, por medio de charlas, conviene promover la participación activa del público. Es decir, «dialogar» con los presentes, haciéndoles preguntas o cuestionando algunas ideas populares para, a partir de allí, ofrecer una explicación nueva. La labor divulgativa trata entonces de reformular el discurso científico, caracterizado por la utilización de terminología específica, datos estadísticos, fórmulas, ecuaciones matemáticas, gráficos, etc., según cada audiencia y contexto, a través de variados recursos, como puede ser la adopción de un estilo más narrativo. No se trata de quedarse en un plano superficial evitando la conceptualización, sino de centrar el discurso en la comprensión del receptor con el objetivo de incrementar su conocimiento. Para ello contamos con diversas herramientas tales como: selección del registro (elección de unidades comunicativas relacionadas con la vida diaria), reelaboración semántica (conectar datos con elementos del discurso coloquial), herramientas discursivas (elección de analogías, metáforas, imágenes) y léxicas (inclusión de sinónimos, ejemplos, aclaraciones). También se puede optar por, como propone Sánchez Miguel, recursos dialogales tales como la evocación (traer los conocimientos populares), la indagación de la información que se supone compartida con el público y el reflejo (explicitar aquellas preguntas que suponemos se hará el receptor). Otro recurso es ir realizando resúmenes parciales a lo largo del discurso, para ir marcando aquellas ideas que queremos queden claras, así como una recapitulación general, con el mismo propósito. Con respecto a la manera de ordenar el discurso, se debería optar por un tipo de ordenación que favoreciera la comprensión y el interés (partir de un ejemplo para llegar a una ley y no al revés). En palabras de Ramón Salvatierra, «el lector común no está inclinado a leer un texto que no le guste por muy precisa que sea la información que éste contenga. De ahí que una de las técnicas más habituales en la divulgación sea incluir escenas, anécdotas e historias que vivifiquen los fríos asuntos científicos sobre los que se pretende informar». Con esto queda claro que divulgar no es simplificar un artículo científico, sino rehacerlo, teniendo presente al otro, al público, con sus intereses, su cultura, sus conocimientos, sus gustos, su edad o formación, etc., como punto de partida. Otra pregunta que podemos hacernos es quién debe encargarse de realizar la divulgación científica. ¿Los investigadores o los periodistas científicos? Esta pregunta no tiene una sola respuesta, ya que, desde mi punto de vista, responden a objetivos distintos. Un periodista obra de mediador entre investigadores y público y, la mayoría de las veces, responde también a los lineamientos de su medio. Cuenta, eso sí, con herramientas específicas para adaptar el discurso científico. El investigador cuenta con el conocimiento conceptual y metodológico, pero no suele tener una formación específica en comunicación, por lo que sería esperable que se incluyeran estas cuestiones en la formación de cualquier profesional. Pero, antes de que eso se haga realidad, sí podemos fomentar el trabajo interdisciplinario entre investigadores, comunicadores, educadores, psicólogos y lingüistas, para lograr una mejor y eficaz comunicación de la ciencia.

Lecturas sugeridas

+ Cassany, D. (2006). Tras las líneas. Barcelona: Anagrama.
+ De Semir, V. (2001). Decir la ciencia: las prácticas divulgativas en el punto de mira. Panacea, 2 (3). En URL: http://medtrad.org/panacea/indicegeneral/ n3_Resenas3.pdf
+ Lewenstein, B. (2003). Models of Public Communication of Science & Technology. Public Understanding of Science. En URL: http://www.reflexives-lpr.org/images_articles/ File/Lewenstein2003.pdf
+ Salaverría, R. (2002). Técnicas redaccionales para la divulgación científica. Mediatika. Cuadernos de Medios de Comunicación, monográfico «En torno al periodismo científico: aproximaciones», 8, pp. 13-25.

+ Sánchez Miguel, E. (1996). Los textos divulgativos como una conversación encubierta: análisis de los recursos comunicativos de un texto divulgativo. Infancia y Aprendizaje, 75, pp. 85-96.

domingo, 25 de junio de 2017

AJEDREZ TERAPEUTICO CON ADULTOS MAYORES

Por Alberto Paredes Ortiz (Chile) Psicólogo, máster en cooperación al desarrollo Universidad de Valencia, España. Miembro de la Sociedad Chilena de Psicología Positiva.




       En la actualidad Chile es el segundo país más envejecido de América Latina. Según el Informe Enfoque Demográfico 2015 del Instituto Nacional de Estadísticas de Chile (INE), los adultos mayores alcanzan a 2,7 millones de personas, y se estima que para el año 2020 van a representar al 17,3% de la población con 3,3 millones de personas, desagregados entre 1,5 millones de hombres y 1,8 millones de mujeres.  La misma proyección respecto al 2020 sugiere que nuestro país tendrá la esperanza de vida más alta del mundo: 77,4 años los hombres y 82,2 las mujeres. Y hacia el año 2025 será el más envejecido de América Latina.
Las causas para este fenómeno demográfico son múltiples, entre las que se pueden señalar la disminución de la mortalidad infantil, los avances médicos y mayor cobertura de salud en general, mejores condiciones sanitarias respecto al acantilado por ejemplo, y también el avance de los  indicadores económicos del país en la reducción de la pobreza en los últimos 25 años.
Sin perjuicio de estos avances, el envejecimiento de la población conlleva una serie de desafíos en términos de salud pública para el país, específicamente respecto a las demencias. Según datos de la Corporación Profesional Alzheimer y otras demencias (COPRAD), las demencias en Chile representan entre un 5% a 8% de los individuos entre 65-70 años, siendo además la cuarta causa de muerte especifica en el país con 3432 defunciones anuales (OMS, 2009).

A partir de los antecedentes descritos, el proyecto se enfoca en la prevención del Alzheimer mediante el entrenamiento cognitivo que brinda el ajedrez terapéutico, y cuyos contenidos se basan en el curso de capacitación de monitores en ajedrez terapéutico para intervención con adultos mayores, que dicta el club “Magic Extremadura” de España, pioneros en las denominadas aplicaciones sociales y terapéuticas del ajedrez, además del valioso aporte posterior proporcionado por el club “Pedro Sánchez”, también de Extremadura, España.
Concretamente, en la comuna de Castro, archipiélago de Chiloé, y bajo el alero del programa Más Adulto Mayor Autovalente del Centro de Salud Familiar Dr. René Tapia, se desarrollo esta iniciativa durante el segundo semestre de 2016. En específico el trabajo se centró en un grupo de 10 adultos mayores, hombres y mujeres mayores de 65 años de edad, sin conocimientos previos de ajedrez, e integrantes de la Capilla San Sebastián de la Población Juan Soler.
Cada sesión de trabajo estaba diseñada para una hora y media de duración, dividida en  dos bloques de 45 minutos aproximadamente. El primero de ellos basado en el entrenamiento cognitivo, abordando las denominadas funciones ejecutivas como la atención, concentración, memoria; y un segundo bloque enfocado a la enseñanza del ajedrez propiamente tal.
Flora Miranda es una de las personas que participó del proyecto, y lo hizo con el fin de estimular su memoria, la que afirmó ya no responde como antes. “Cuando se nos ofreció nos inscribimos varias personas porque lo encontramos interesante”, expuso la profesora jubilada, sumando que “a los 72 años soy una persona muy activa, pero he tenido algunos problemas de memoria y dije por qué no probar con esto”.
Dicha actividad fue realizada los días miércoles en jornada de la tarde e impartida por el psicólogo Alberto Paredes Ortiz, quien evalúa este proceso de forma positiva, ya que pese a los temores iniciales de los mayores respecto a sus capacidades, pronto se dieron cuenta que el ajedrez entretiene y puede ser practicado por personas de cualquier edad.
Finalmente, el proyecto en cuestión pretende replicarse en un hogar de ancianos de larga estadía, incorporando esta vez la evaluación de impacto o eficacia del mismo, a través de la evaluación cognitiva con instrumentos neuropsicológicos aplicados pre y post intervención.  

Isaberrysaura



 Por Leonardo Salgado (Argentina). Paleontólogo. Doctor en Ciencias Naturales de la  Universidad Nacional de La Plata. Investigador del CONICET. Actualmente trabaja en el Instituto de Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro.                           







         Isaberrysaura es un género extinto de dinosaurio ornitisquio, representado solo por la especie tipo, Isaberrysaura mollensis. Sus restos fósiles fueron hallados en rocas que datan de la época del Bajociense (Jurásico Medio) de la Formación Los Molles, en la Patagonia, Argentina. Su cráneo es convergente con el de los estegosáuridos, aunque se considera que era un neoornistisquio basal. (1)

Descubrimiento


El espécimen holotipo de Isaberrysaura fue descubierto en los niveles marinos y de deltas de la Formación Los Molles (la cual data de la época del Bajociense) por Isabel Valdivia Berry, a quien se debe el nombre del género. El holotipo, conocido como MOZ-Pv 6459, consiste de un esqueleto parcial con un cráneo casi completo (el material del postcráneo no ha sido preparado), seis vértebras cervicales, quince dorsales, un sacro con un ilion parcial y un pubis aparentemente completo, nueve vértebras caudales, parte de una escápula, costillas y adicionalmente fragmentos irreconocibles.(1)

Descripción


Los dientes de Isaberrysaura son heterodontes, lo que indica que puede haber tenido una dieta mixta. Se estima que Isaberrysaura mediría alrededor de 5 a 6 metros de longitud, lo que haría de este un dinosaurio de tamaño mediano.(1)

El cráneo en particular es muy inusual; se estimó que mediría 52 centímetros de longitud y 20 centímetros de ancho entre las órbitas oculares, y es casi tan alto como ancho. El hocico se inclina anteroventralmente desde la esquina posterodorsal de la fenestra infratemporal hacia lo que aparentemente es el contacto maxilar-premaxilar y la fenestra infratemporal es alta dorsoventralmente. En contraste, la órbita es casi circular, no es tan alta dorsoventralmente, siendo en cambio más alta anteroposteriormente, es menor que la fenestra infratemporal, y es solo visible en vista lateral. El sector anterolateral de la fenestra supratemporal izquierda está relativamente bien preservado en vista dorsal. La fosa anteorbital del cráneo es de forma aproximadamente triangular, con una base más larga que los dos otros lados. El yugal es es trirradiado y el proceso anterior del yugal forma la esquina posteroventral de la fosa anteorbital y sobrepasa anteriomente la base del lacrimal, un rasgo observado en lo tireóforos basales y los estegosaurios. El proceso dorsal del yugal es proporcionalmente largo. El cuadratoyugal es muy ancho y el premaxilar está preservado de forma incompleta, mientras que el material del postcráneo aún no está descrito. La dentadura es heterodonte, con seis dientes premaxilares y treinta dientes maxilares. La apariencia general de este animal recuerda mucho a la de los estegosaurios, excepto por la carencia de sus características placas óseas y por tener posiblemente una postura bípeda. (1)

Clasificación


La clasificación de Isaberrysaura resulta problemática; el espécimen holotipo comparte características tanto con los tireóforos como con los ornitópodos como los iguanodontianos, los hadrosáuridos y formas como Thescelosaurus. Por esta razón, ha sido situado en el grupo Genasauria, en la base del árbol familiar de ese grupo de ornitisquios. Tres conjuntos de datos incluidos en la descripción científica hecha por Salgado et al indicaron que aunque poseía características de los neornitisquios y los tireóforos, no encajaba dentro de esos grupos, y representaría un morfotipo anteriormente desconocido entre los Ornithischia en general. (1)

Paleobiología


El espécimen holotipo de Isaberrysaura fue preservado con contenidos estomacales fosilizados. Se descubrió dentro de la caja torácica una masa de semillas fosilizadas; constituyen la primera comida preservada de un ornitisquio basal. Se recuperaron dos tipos de semillas cerca de las costillas posteriores de Isaberrysaura, que se distinguen de acuerdo con su tamaño. Las más grandes preservaban tres capas: una sarcotesta exterior carnosa, la esclerotesta, y la capa interna (que posiblemente corresponde a la nucela). Estas semillas son asignadas a las cícadas de la familia Zamiineae basándose en su coronula bien definida en la región micropilar, mientras que las semillas más pequeñas platiespérmicas quedan sin determinar. Dado que la sarcotesta de las mayores semillas estaba intacta se sugiere que Isaberrysaura tragaba las semillas enteras sin masticarlas y que estas se hallaban en las primeras fases de la digestión, al juzgar por su posición en el tracto digestivo. Con base en sus dientes, es posible que este dinosaurio tuviera una dieta omnívora, pero como no se encontraron restos animales junto a las semillas, esto es meramente una especulación. Por otra parte es posible que tuviera una flora bacteriana en sus intestinos para ayudarle a digerir el material vegeral como las semillas.(1)

Referencias


(1). Saltar a: a b c d e f Salgado, Leonardo; Canudo, José I.; Garrido, Alberto C.; Moreno-Azanza, Miguel; Martínez, Leandro C. A.; Coria, Rodolfo A.; Gasca, José M. (2017). «A new primitive Neornithischian dinosaur from the Jurassic of Patagonia with gut contents». Scientific Reports 7: 42778. doi:10.1038/srep42778.

viernes, 23 de junio de 2017

EL JOVEN AMIGO DE SALVADOR ALLENDE Una Historia del GAP



   
Por Gabriel Rodríguez Bustos (Chile). Periodista y Licenciado en Comunicación Social de la Universidad de Santiago, académico y escritor. Entre sus creaciones destaca “Colonia Dignidad: Los Crímenes de la Secta”. Actual concejal de la comuna de San Javier, Región del Maule
     
      



-   Llegó la hora, dijo el Presidente.
Los miembros del GAP formaban un nervioso círculo en el patio de la casa de Tomas Moro. Afuera tres Fiat calentaban motores. Daniel sintió que el frío del amanecer le mordía una zona imprecisa de la espalda. Se acomodó la chaqueta y se subió las solapas. Algunos compañeros corrieron a tomar posiciones en las ventanas del segundo piso. Daniel recordó los fríos amaneceres de sus campos villalegrinos y el brasero a los pies de su madre.
El Presidente lucia grave y decidido. Su voz, normalmente tranquila, a veces traviesa, transmitía  una profunda decepción. Hacía una semana que Daniel había visitado la vetusta casona de sus padres. Pensó en sus hermanas que lo cuidaban como al niño que fue. La casa de La Serteneja escondía sus juegos infantiles, sus primeras lecturas, el mate de mano en mano en las oscuras noches.
-          Jano, tú vas conmigo, le dijo el presidente al pasar por su lado.
Presuroso, se adelantó a la comitiva y abrió las puertas del vehículo presidencial. El doctor insistió en ocupar el asiento del copiloto y la pequeña caravana enfiló veloz hacia el poniente. Observaban con preocupación los techos de los edificios y las esquinas de las calles desiertas y silenciosas. La ciudad, enrarecida, despertaba lentamente, sin adivinar el drama que se desencadenaría en pocas horas. El Mapocho aparecía y desaparecía de la ruta y uno que otro madrugador los saludaba adivinando que el Compañero Presidente viajaba en alguno de aquellos ruidosos vehículos.
Daniel llegó a Santiago varios años antes. Nadie en su familia entendió su decisión. Abandonó las domaduras de caballos, las cuecas palmoteadas con su hermana, los ricos camarones que llenaban los potreros en el invierno, el pequeño pueblo y sus naranjos.
Trabajó un tiempo en la construcción del Metro, pega dura  y embrutecedora. Siguió buscando trabajo y por azar llegó a ocuparse a la pequeña fábrica de lanas de una de las hijas del doctor Salvador Allende.
Sereno y esforzado, Daniel demostró rápidamente sus capacidades y asumió tareas en la administración de la empresa. Poco a poco se fue convirtiendo en un hombre de confianza. Al segundo año conoció al famoso doctor. Surgió una amistad y simpatía mutua que nunca se quebró. Se convirtió en su asistente, el que atendía las mil y una necesidades de la siempre agitada casa. Dejó la fábrica y se hizo cada vez más indispensable en la agitada agenda de los Allende Bussi. Participó en las agotadoras giras, los viajes, las infinitas reuniones. Se convirtió en militante del partido, siempre a su lado, cuidándole las espaldas, velando para que ningún loco atentara contra aquel que encarnaba sus sueños de justicia social.
A pesar de su juventud, ya no recordaba cuanto tiempo hacía que llevaba la chequera privada del Presidente.
“Esto se ve mal” le había dicho a su hermana el día anterior, cuando hablaron brevemente por teléfono. “¡Cuídate hermano!”, le había rogado ella, “Si te pasa algo, nuestros padres morirán”.
Entraron al barrio cívico por el Parque Forestal. Un mendigo que se levantaba de su cama de cartones y papeles los miró alelado, mientras soplaba sus manos gélidas.
Se bajaron en La Moneda por el costado de la Plaza de la Constitución. Hacía poco más de un mes los trabajadores habían copado la plaza después del fallido tancazo encabezado por el coronel Souper. “ ¡La guardia muere pero no se rinde, mierda!”, había dicho el presidente, repitiendo la frase del capitán que dirigió la defensa  del Palacio Presidencial.
Daniel miró la explanada y respiró profundo. Después corrió al edificio siguiendo al Presidente que se adentraba en las oficinas interiores.
“Si viene una bala para el Chicho yo me pongo por delante”, le había dicho a su hermana, que escuchaba anhelante al otro lado de la línea telefónica. La amplia oficina presidencial se llenó de amigos y camaradas. El doctor distribuía tareas y se escuchaban carreras por todas las escaleras. Los Gap cerraron las ventanas e instalaron muebles tras los balcones. Se ubicó en el marco de un tragaluz, observando el lento transito por la Alameda. De vez en cuando miraba al presidente que hablaba por teléfono con voz resuelta. Recordó las veces que habían pernoctado en la casa de La Serteneja. Vio a sus padres conmovidos abrazando al Presidente que lo único que deseaba era dormir un rato en la pequeña pieza destinada a las visitas. Después de unas horas aparecía por el comedor. Se sentaba junto al fogón donde lo esperaba un mate y unas tortillas.  Otras veces los muchachos corrían a Villa Alegre y compraban un buen asado. Lo preparaban riendo y molestando al Negro Olivares que se creía experto en cocimientos o al Perro Carmona que sonreía silencioso desde sus gruesas gafas.
Salieron al Patio de los Naranjos a constatar que la guardia de carabineros se retiraba. Algunos dejaron sus armas, tal vez por olvido, quizás por vergüenza. Prefirió pensar que era por solidaridad con quienes se quedaban junto al Presidente.
Alguien gritaba su nombre desde la calle. Se acercó a una ventana y descubrió el rostro de su primo pegado a los gruesos cristales.
-          Tienes que salir de aquí Daniel, ven conmigo, le rogó el muchacho delgado con quien había compartido tantos veranos en el rio.
-          No voy a salir, vete a tu casa a cuidar a tus hijos, le dijo. Y cuida a los míos, agregó a punto de soltar un sollozo.
-          No pueden ganar contra estos huevones, gritaba el muchacho, con el aliento cortado por el temor.
Se alejó hacia el interior vacilante. Veía el rostro sonriente de su hija girando colgada de su cuello. Imaginó el temor de su mujer embarazada. El hijo que venía en camino no lo conocería. Pero sabría que su padre murió como un valiente luchando contra fuerzas mil veces superiores. Unas lágrimas entibiaron sus mejillas mientras aplastaba el rostro contra el muro.
-          Estamos rodeados de golpistas, dijo el Presidente, que regresaba a su escritorio.
Volvió a su puesto junto a la ventana. Vio avanzar tanques y tropa desde el Ministerio de Defensa.
-          Todos al suelo, gritó el jefe del Gap.
Los disparos de los tanques estremecían las gruesas murallas. El estruendo de ametralladoras y armas pesadas se volvió ensordecedor.
Recordó las veces que pasaron veloces por la vieja casa para saludar a sus padres. El Chicho esperaba pacientemente en el vehículo presidencial mientras él abrazaba a sus viejos y sus hermanas lo llenaban de besos. Luego regresaba gozoso a alguno de los vehículos de la comitiva. Partían a toda velocidad a las Termas de Panimávida donde el doctor tomaba baños, dormía y se reunía con sus amigos de la zona.
El presidente ordenó reunir a las mujeres, entre ellas sus hijas Isabel y Beatriz. Les habló como padre y como líder. Les explicó que vendrían días oscuros y que los criminales se iban a apoderar del país. Que sobrevivir para el futuro era un deber revolucionario. Que debían correr a cuidar a sus hijos y preparar la resistencia a quienes tratarían de revertir la historia y las conquistas del pueblo. Las abrazó una a una. Y las empujó fuera.
-          La Fuerza Aérea nos va a bombardear, todos al subterráneo, ordenó el mandatario.
Bajaron corriendo las escaleras. En el desorden se mezclaban médicos, periodistas, miembros del Gap. Daniel sintió que vivía una pesadilla. Como en su infancia, cuando despertaba llorando y acudía alguna de sus hermanas para consolarlo y hacerlo dormir en su regazo.
El estruendo fue pavoroso. El humo y las llamas lo consumían todo. Comprendió que estaban perdidos. Que no habría palabras, ni razón que detuviera el odio de quienes atacaban el símbolo de la democracia como a su peor enemigo. Pensó en tantos camaradas que a esa hora ocuparían las fábricas y las universidades. Serían aplastados a sangre y fuego.
En medio de la confusión y los gritos el Presidente se mantenía extrañamente tranquilo, dueño de su hora más difícil.
-          Cobardes de mierda, le escuchó decir.
Lo observó admirado. Era como su segundo padre. El hombre capaz de hipnotizar a las muchedumbres con su voz ardiente y sus palabras inteligentes. El que siempre lo trató con afecto y amistad.
-          Eres como el hijo que no tuvo, le dijo una vez uno de sus camaradas.
La Casa de los Presidentes de Chile ardía por los cuatro costados. La bandera que flameaba victoriosa se quemaba ante los corresponsales extranjeros. Las tropas entrarían en cualquier momento. El presidente los reunió bajo la escalera que daba a calle Morandé. Se despidió con palabras de amistad para cada uno. Se miraron a los ojos y él quiso rebelarse.
-          Me quedaré con usted hasta el final, dijo, prefiero morir a su lado que en manos de esos traidores.
-          No Janito, le dijo el mandatario, usando el apodo que usaba en Tomas Moro, debes vivir para otras batallas. Te lo ordena tu Presidente.
Bajó la mirada, vencido.
Lo vio alejarse hacia el interior.
Sus compañeros ya salían con los brazos en alto.
La intensa luz de la calle le hirió los ojos.
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-          Lo capturaron en La Moneda. Aparece en la foto donde los rendidos están en el suelo con los brazos cruzados detrás de la cabeza y al fondo hay un tanque, después desapareció.
La voz de su hermana Aida atraviesa el atardecer húmedo de junio en Villa Alegre.
-          Se sabe que lo trasladaron con los otros al regimiento Tacna y luego al Blindados 2, hoy Fuerte Arteaga. Tenía 23 años, era el más joven, el regalón del Presidente,  agrega.
El periodista toma notas, conmovido. Rita se seca las lágrimas. 
-          Allanaron nuestra casa en La Serteneja varias veces. Rodeaban la casa de noche, destruían el piso, los muebles, todo.
-          Nos detuvieron los carabineros.
-          Una noche sacaron a mi padre de la cama. Le rompieron la ropa, le daban  culatazos. Yo me arroje sobre él y les gritaba: “¡Cobardes!”. Nos llevaron presos a los dos, cuenta Rita.
Les pregunto por el maletín médico que el mandatario habría olvidado en La Serteneja.
-          Ahí quedó, era un maletín café, de cuero. Tenia de todo, hasta para hacer pequeñas operaciones, confirma Aída.
-          El terremoto del 2010 destruyó la casa donde estaba, pudimos rescatar muy pocas cosas. Yo no he vuelto a entrar, dice Aida.
Mi amiga Soraya, que asiste a la entrevista, interviene: “Yo lo vi, era de este porte”, señala haciendo un gesto con las manos.
-          Y le dije al capitán “para detener a un pobre viejo vienen tantos y cuando andan robando no viene nadie”, señala Rita.
Para evitar que sus padres sufrieran les dijeron que habían escuchado en las noticias que Daniel estaba en Cuba. La historia resultó creíble y los padres no dudaron. De vez en cuando inventaban una carta y se las leían, recuerda Aida.
“Mamita linda, estoy bien, pero aún no puedo regresar. Los extraño mucho, espero abrazarlos pronto. Su hijo Daniel”.
-          Escribíamos esas cartas cuando veíamos a los papas muy tristes. Mi madre decía: “cualquier día veré a Daniel entrando por la puerta”.
Los amedrentamientos siguieron. Detuvieron a la madre de Daniel.
-          ¿Por qué nos molestaban?, se llevaban las radios, todo.
A Rita la echaron del Hospital donde trabajaba y a Aida, la profesora, le quitaron su mención en Historia.
En 1994  los supuestos restos de Daniel Gutiérrez Ayala fueron entregados a su familia. Correspondían a personas exhumadas del Patio 29 del Cementerio General de Santiago, lugar donde se ocultaron cuerpos de detenidos-desaparecidos. Ante la evidencia, decidieron confesar la verdad a los padres. Acudieron al Instituto Médico Legal en Santiago.
-          Mi padre miraba el pequeño ataúd y decía “¿Ahí está mi hijo?” después se desmayó.
La identificación de los restos fue un error y la familia debió enfrentar un nuevo dolor.
Daniel todavía sigue perdido en la bruma de la represión y el odio.
Es tarde.

Vuelvo a casa agobiado por la lluvia. Beso a mi hija. “Un día voy a escribir esta historia”, pienso.

Transgénicos en Argentina: más allá del boom de la soja


Por Ana María Vara. (Argentina). Licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctora en Estudios Hispánicos por la Universidad de California. Periodista científica, docente e investigadora de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).




   



         
              La Argentina adoptó cultivos genéticamente modificados -transgénicos- en un proceso de intensificación agrícola y con vistas a los mercados internacionales, y es hoy el segundo productor y exportador mundial de transgénicos después de los Estados Unidos, sobre todo debido a su rápida adopción de la soja Roundup Ready (RR), tolerante a glifosato. La adopción de maíz y algodón transgénicos ha sido diferente. Hay un pequeño número de estudios sobre el impacto económico, ecológico y -en menor medida- social de la adopción de transgénicos en la Argentina, la mayor parte dedicados a la soja RR, que se analizan en este artículo. El creciente debate público también se concentra en la soja RR. Aunque la adopción de soja RR en la Argentina constituye un necesario caso de análisis y debate -dado que ocupa la mitad de la superficie cultivada, y representa un cuarto de sus exportaciones- se argumenta aquí que no constituye un ejemplo generalizable ya que ha sido favorecido por un conjunto de circunstancias peculiares. Esta situación marca la necesidad de realizar más análisis acerca de la adopción del maíz y el algodón transgénicos para explorar de qué manera la adopción de nuevos transgénicos puede ocurrir en el país, y para alcanzar conclusiones que puedan generalizarse más legítimamente acerca de cómo un país en desarrollo incorpora cultivos transgénicos.

    

1. Introducción

   La autorización del poder ejecutivo brasileño que permitió a los agricultores de ese país replantar soja transgénica -otorgada en septiembre de 2003 como medida excepcional- representó una decisión de alto impacto en la economía argentina (Folha Online, 2003). Aunque pasó casi inadvertida para el gran público, la noticia fue recibida con alivio por las autoridades agrícolas de nuestro país, ya que representaba la confirmación de una política pragmática del gobierno de Luiz Inácio 'Lula'Da Silva en relación con los transgénicos, la cual favorecía la posición argentina en el comercio mundial. Se trataba de la segunda vez en el año en que el gobierno de Lula tomaba una medida excepcional en relación con la soja transgénica, una realidad de la agricultura brasileña por lo menos desde 1999 -y de la paraguaya- pese a la falta de autorización para su uso (Nature, 1999; Meninato, 2001). Un decreto de marzo de 2003 ya había autorizado la comercialización de la soja transgénica cultivada ilegalmente -con semillas de soja RR, resistente al herbicida glifosato o Roundup Ready, llegadas de contrabando desde la Argentina- en vistas a que representaba de 5 a 10 millones de toneladas, es decir, entre el 10% y el 20% de la cosecha record de 51 millones de toneladas de soja de Brasil en ese año (Massarani, 2003a; The Economist, 2003). El nuevo decreto excepcional había sido promovido por el ministro de agricultura de Brasil con el argumento de que permitiría prevenir la "desobediencia civil" de miles de productores del estado de Rio Grande do Sul, que ya tenían las semillas de soja transgénica de cosechas anteriores, y estaban decididos a volver a usarlas (Smith, 2003b).
En la Argentina, aunque se oyeron algunas voces preocupadas por la competencia brasileña en el sector agrícola, se destacó la voz del secretario de agricultura, Miguel Campos, quien consideró la noticia auspiciosa en relación con el surgimiento de un bloque hemisférico en favor de los transgénicos, integrado por Estados Unidos, Brasil y Argentina (Mira, 2003). Campos podía tener en mente, en ese momento, un informe realizado por expertos de la Cancillería argentina en 2001, momento en que la oposición a los transgénicos en la Unión Europea (UE) había alcanzado un pico que daría lugar a la aprobación de una legislación para regular el comercio de transgénicos sumamente exigente (Lapan y Moschini, 2004), y que suscitó la preocupación del gobierno argentino ya que parecía poner en peligro las exportaciones de soja, en más del 90% transgénica. El estudio preveía que, dado que Estados Unidos, Brasil y Argentina dominan la oferta internacional de soja, en el momento que las variedades transgénicas fueran aceptadas en Brasil, el mercado internacional de la soja se volvería "un mercado virtual de transgénicos". Ante esta realidad, los mercados internacionales podrían moderar su rechazo, para no tener que pagar sobreprecios elevados por soja no transgénica, particularmente en aquellos países en que ésta es utilizada como forraje. El informe concluía con una frase muy significativa: "el objetivo es ahora una América Sojera transgénica" (Ablin y Paz, 2001, p. 24).
La preocupación de las autoridades argentinas por la actitud de los mercados internacionales hacia los transgénicos pone en evidencia una característica fundamental de la adopción de estos cultivos en la Argentina: que su incorporación - de notable velocidad- fue pensada dentro de un esquema fuertemente agroe x p o r t a d o r. Los agroalimentos representan hoy alrededor del 50% de las exportaciones del país -unos 15.000 millones de dólares- y únicamente la soja representa la mitad de ese monto: el total de las exportaciones del complejo sojero - aceite, harina, habas- fue de 7.097 millones de dólares en 2003. De hecho, aunque es el tercer productor mundial de soja, dado su bajo consumo, la Argentina es el mayor exportador de aceite y harina de soja (Kiguel 2004; Smith 2003a; Mira 2003; Andreani 2003). Esta orientación agro-exportadora es un aspecto central que debe considerarse al analizar la adopción de transgénicos en el país, ya que sólo en este marco cobran sentido las decisiones tanto de agentes privados como de agentes públicos, así como, en gran medida, el impacto que las mismas tuvieron en el sistema económico y social. En relación con la controversia internacional sobre transgénicos, el hecho de que la Argentina los haya adoptado dentro de un esquema agroexportador también es relevante, debido a que uno de los ejes de la discusión sobre transgénicos tiene que ver con la denominada seguridad alimentaria -food securityes decir, con las medidas para asegurar el acceso a los alimentos. Se trata de un eje particularmente visitado por la industria biotecnológica internacional, que argumenta a favor de los transgénicos por su potencial para aumentar la productividad agrícola. Argumento al que los opositores a los transgénicos responden que no es una mayor productividad lo que se necesita para aliviar el hambre en el mundo sino una mejor distribución, la que depende de otras cuestiones (Nelkin, 2003).1 Comprender la adopción de transgénicos en la Argentina exige ampliar ese marco e incluir, entre otros, aspectos relacionados con el comercio internacional, y la forma en que éste puede afectar la economía de un país en desarrollo.
Este trabajo analiza cómo la Argentina adoptó la soja, el maíz y el algodón transgénicos en el marco de un proceso de intensificación agrícola y con vistas a los mercados de exportación, y revisa algunos estudios de impacto económico, ecológico y, en menor medida social, hasta la fecha, para proponer elementos que permitan profundizar la discusión sobre el papel que los transgénicos han cumplido y podrían cumplir en la economía argentina, así como en otros países en desarrollo. El hecho de que este análisis se realice dentro de un marco productivista no implica que se lo considere el único relevante. Algo similar puede decirse con respecto a algunas cuestiones de riesgo -es decir, científico-técnicas- en relación con la controversia sobre transgénicos sobre las que este trabajo no avanza. Se trata, simplemente, de una decisión metodológica que apunta a fijar el encuadre del problema desde una perspectiva afín a la adoptada por los actores argentinos involucrados. Así, el punto sin dudas más relevante de esta revisión tiene que ver con el carácter "excepcional" (Trigo et al., 2002) de la adopción de la soja RR que, aunque ha llegado a ocupar un papel notable en la economía nacional, no debería ser tan central en la discusión sobre la cuestión general de la adopción de transgénicos en países en desarrollo. La adopción del maíz Bt y, sobre todo, del algodón Bt en la Argentina, podrían aportar elementos sumamente importantes que no han sido analizados todavía con la misma dedicación, ni en la discusión entre expertos ni en la discusión pública -si es que puede establecerse legítimamente una distinción entre las dos, como sugiere Noble y Tesh (2000) en relación, en general, con las controversias ambientales y Wynne (2001), en particular, sobre la controversia sobre transgénicos.


2. La soja en el centro de la controversia

2. 1. Comienzo con ventajas

Los transgénicos llegaron al campo argentino durante un período de intensificación de la actividad agrícola que se había iniciado en los años '70 y se profundizó en los '90, cuando fueron superadas dos barreras simbólicas: la superficie de 25 millones de hectáreas destinadas a la agricultura, y los 60 millones de hectáreas cultivadas (Begensic, 2002a, p. 2). A pesar de que no todas las reformas estructurales de los '90 tuvieron un impacto positivo en el campo -ejemplo obvio resulta el cierre de muchos ramales como consecuencia de la privatización de Ferrocarriles Argentinosel proceso, en términos generales, dejó saldos favorables en la productividad total del sector agrícola, donde creció la inversión y se incrementó el uso de agroquímicos y maquinarias. A esto se agregó el aumento de los precios internacionales de productos de exportación tradicionales -y no tradicionales- de la Argentina (como el trigo, el maíz y la soja) en particular en la primera mitad de los años '90. La "agriculturización" del campo argentino y la correlativa disminución de la actividad ganadera tuvo que ver también con la necesidad de incrementar la rentabilidad de las explotaciones (Trigo y Cap, 2003; Reca y Parrellada, 2001; Rapoport, 2000; Barsky y Gelman; 2001).
La soja fue introducida en el país a comienzo de los años '70, y su producción fue creciendo paulatinamente. En los años '90, la demanda se expandió significativamente, por la mayor demanda europea primero -entre otras razones, por los acuerdos de Blair House, que implicaron poner un límite a la superficie destinada a oleaginosas en la UE (Ledesma, 2003) y luego por la mayor demanda asiática (Ablin y Paz, 2001). Desde sus comienzos en el país, resultó ser un cultivo apto para la llamada "siembra de segunda", que seguía a la cosecha de trigo, papel en el que se habían probado otros cultivos de manera infructuosa. A su vez, en esa segunda siembra resultaban apropiadas las técnicas de siembra directa, que implican una mínima labor del suelo pero que requieren una variedad de herbicidas, en particular, en el caso del cultivo de soja en la Pampa húmeda (Peiretti 2001; Poverene y Cantamutto 2003). La soja tolerante a glifosato -o soja RR, por Roundup Ready, nombre comercial del herbicida desarrollado por Monsanto que completa el paquete tecnológico- resultó una solución muy adecuada para este conjunto de problemas. Así, la adopción de este primer transgénico en la agricultura Argentina y su combinación con las técnicas de siembra directa determinan "un punto de inflexión a partir del cual este cultivo inicia un crecimiento vertiginoso" (Begensic, 2002b, p. 3). En la temporada 1996/97, las 50.000 ha de soja RR representaban apenas el 0,7% de la superficie destinada a soja. En 1997/1998, había ya 1.756.000 ha de soja RR, el 25% del total. Un año después, en 1998/99, la soja RR ya representaba el 80% de este cultivo, con 5.600.000 ha. En 1999/2000, la superficie de la soja RR era de 6.800.000, es decir, el 85%. Y en 2000/01, la superficie destinada a soja RR alcanzaba las 8.500.000 ha, lo que representaba entre el 85% al 90%. Ya en la temporada 2002/2003, se estimaba en unos 12.000.000 ha la superficie destinada a soja, de la cual entre el 95% al 98% era RR. La velocidad de adopción de la soja RR en la Argentina resultó inédita incluso en comparación con otras introducciones muy exitosas, como los híbridos de maíz y el trigo con germoplasma mexicano (Penna y Lema, 2003; Qaim y Traxler, en prensa).
Sin dudas, la expectativas favorables de los productores contribuyeron a la rápida adopción de la soja RR, lo que habla de las tareas de promoción de las empresas involucradas y el trabajo de extensionistas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), como indica una encuesta realizada en 1996 por una compañía privada en 400 productores de soja (citada por Penna y Lema, 2003).2 Y los primeros estudios dejaron en evidencia las razones: sencillez en el control de malezas y bajos costos fueron los motivos que llevaron a los primeros adoptantes a pasarse a la soja RR. Los productores tenían bajas expectativas con respecto al aumento de los rindes y, en algunos casos, hasta estaban dispuestos a afrontar cierta reducción de los mismos, en vistas de otros beneficios (Meninato, 2001; Penna y Lema 2003).3
Más allá de esos estudios preliminares, son sin dudas los trabajos de Penna y Lema (2003), Trigo et al. (2002), Trigo-Cap (2003) y, sobre todo, Qaim y Traxler (en prensa) los que ofrecen información más clara sobre los beneficios que la soja RR ofreció desde los comienzos a los productores argentinos. En general, estos autores destacan un aumento de los beneficios económicos para los productores que adoptaron soja RR por la simplicidad y reducción de costos en el manejo de malezas y no por un incremento en los rindes -en general, se habla de que los rindes se mantuvieron, aspecto que Reca y Parrellada (2001) evalúan positivamente, dado que la magnitud de la expansión de este cultivo podría haber afectado los rindes; aunque también hay informes de descenso de los mismos (Benbrook y Baumüller 2002). Meninato (2001) estima la reducción de costos de la soja RR con respecto a la convencional en 27 dólares/ha. Penna y Lema (2003) calculan que, en soja de primera, la diferencia en los márgenes brutos para la soja RR oscila entre alrededor de 15 y 17 dólares/ha (siendo bastante menor en soja de segunda), y la atribuyen al bajo costo del glifosato. Qaim yTraxler (en prensa) estiman una diferencia de 23 dólares por ha. Finalmente, Trigo y Cap (2003) calculan la reducción general de costos de producción de la soja RR en la Argentina en 20 dólares/ha, beneficio que, consideran, es el responsable de que se haya disparado la adopción de este cultivo: sostienen que de no mediar las ventajas económicas del paquete tecnológico RR, la superficie cultivada con soja en la Argentina representaría un 60% de la actual.
Significativamente, estos autores argumentan que la adopción del paquete tecnológico de soja RR no afectó a los pequeños productores y que creó empleo, dos preocupaciones en relación con el impacto social de las tecnologías de organismos genéticamente modificados -OGM- (Comstock, 2002). Por ejemplo, Penna y Lema (2003, p. 209) afirman que dado que la genética es una "tecnología divisible", puede ser aplicada "con independencia del tamaño de la explotación -especialmente, cuando el equipamiento puede ser alquilado." Y mencionan un estudio del año 2000 según el cual los pequeños productores representan el 90% de los adoptantes de la soja RR.4 Qaim y Traxler (en prensa) sostienen que los productores más pequeños se benefician "ligeramente más" que los más grandes. Con relación a la creación de empleo, Trigo et al. (2002, p.101) sostienen que, si bien la tendencia era claramente negativa históricamente -de 1,86 millones de puestos de trabajo en 1926 se llegó a 783.000 en 1993- a partir de ese año la tendencia se revirtió hasta alcanzar 966.000 en 1999, última fecha para la que tienen información. Y atribuyen esta diferencia positiva a "los procesos paralelos de agriculturización e intensificación de la producción [...] donde la introducción y rápida expansión de la soja de segunda (sembrada a continuación de la cosecha de trigo), ha jugado un papel sustancial". Una estimación de los mismos autores (p. 134-139) sobre los beneficios que produjo la introducción de la soja RR en la Argentina entre 1998 y 2003 habla de 5.168 millones de dólares, de los cuales el 87% habría ido a parar a las manos de los productores -por aumento de producción y reducción de costos- y el 13% a los vendedores de semilla y glifosato -se simuló el pasado entre 1998 y 2001 y se hizo una proyección a futuro de dos años. No obstante estas ventajas que la soja RR ofreció a los productores, las tendencias en cuanto a la concentración de la tierra no se revirtieron, según los estudios citados por ellos (p. 99), que llegan hasta 1999.5 Teubal (2003) ofrece cifras más actualizadas, tomadas del Censo Nacional Agropecuario de 2002, que hablan de una disminución del 24,5 por ciento en el número de explotaciones entre 1988 y 2002.
Un aspecto importante que explica los beneficios económicos de la soja RR para los productores argentinos es el bajo costo del paquete tecnológico. A su vez, este bajo costo es atribuido por varios autores, fundamentalmente, a que sus dos componentes clave, la semilla y el glifosato, no estaban sujetos a un mercado monopólico ya desde los inicios de su introducción en el país. Esta situación no es habitual en el caso de las tecnologías OGM: el carácter monopólico de los desarrollos en biotecnología agrícola, los que, además, están en manos de un puñado de multinacionales que se expandieron en los años '90 es, ciertamente, uno de los factores cruciales que las convierte en blanco de críticas (Vara, 2003b). En primer lugar, la patente del glifosato había expirado en el país en 1991. Si bien durante los años '80 el glifosato era más caro que en los países desarrollados -40 dólares por litro- esta situación cambió drásticamente a comienzos de los años '90, cuando su precio cayó de unos 10 dólares por litro a comienzos de la década a menos de 3 en 2001 -menos de un tercio del precio en los Estados Unidos, donde costaba 9,5 dólares/l. Cuando en 1996 se introdujo en el país la soja RR, había ya 14 empresas que proveían glifosato, número que llegó a 22 en 2001. Ablin y Paz (2000) atribuyen la baja del precio del glifosato a la flexibilidad de los proveedores de insumos frente a los vaivenes del precio internacional de la soja (una respuesta que tiene en cuenta que los productores argentinos no se benefician con subsidios ni precios-sostén). Pero Qaim y Traxler (en prensa) y Trigo et al. (2002) se inclinan más por correlacionarlo con el aumento de la competencia, a lo que habría contribuido también la reducción de los aranceles de importación. Este mercado competitivo, sin embargo, no desplazó a la empresa Monsanto, que concentra el 50% de las ventas de glifosato a pesar de que sus precios son un poco más altos que los genéricos, situación que Qaim y Traxler (en prensa) atribuyen al peso de la marca. Una acusación de dumping por el glifosato importado de China que inició Monsanto en 2003 no prosperó, pese a que una protesta similar fue escuchada en Brasil, país que impuso una tasa del 35% a la importación de ese producto desde China. Esta medida hablaría de una actitud del gobierno en favor de los fraccionadores locales (La Nación, 2003a).
En relación con el no-monopolio de la soja RR, Qaim y Traxler (en prensa) relatan que, a fines de los años '80, Asgrow International -por entonces, propiedad de Upjohn- firmó un acuerdo con Monsanto para introducir el gen de tolerancia al glifosato en sus cultivares de soja. Poco tiempo después, Upjohn vendió sus subsidiarias en el cono sur. La multinacional Nidera compró Asgrow Argentina, y así tuvo acceso a todo su germoplasma. Por eso fue Nidera la empresa que presentó el permiso para la aprobación de la soja RR (evento 40-3-2) ante CONABIA -el organismo creado en 1991 para supervisar la liberación de OGM al ambiente- cuya liberación comercial fue aprobada por Resolución SAGPyA/ 167, del 25 de marzo de 1996. A mediados de los años '90, Monsanto compró el área de negocios de granos y oleaginosas de Asgrow International; Nidera perdió el acceso a las nuevas tecnologías pero conservó el acceso a las que ya tenía. Así, cuando Monsanto intentó patentar el gen en la Argentina no pudo hacerlo, porque el mismo ya estaba "liberado" (Trigo et al., 2002). Otras compañías -entre ellas multinacionales como DeKalb y Pioneer Hi-Bred, y argentinas como Relmó, Don Mario y La Tijeretatambién entraron en el mercado de la soja RR desarrollando sus propias variedades, y pagando a Monsanto un fee por el uso del gen de resistencia a glifosato. En 2001 ya siete compañías ofrecían más de 50 variedades de soja RR en la Argentina, de las cuales todas menos Nidera pagan un fee a Monsanto. Se estima que el pago de este fee es una muestra de buena voluntad de las semilleras hacia esa empresa, para asegurarse el acceso a otros desarrollos tecnológicos protegidos por patentes (Lehman y Pengue 2000; Qaim y Traxler, en prensa).
Otro elemento importante para comprender el bajo precio de la semilla de soja RR es que la legislación Argentina, coherente con UPOV 1978 -International Union for the Protection of New Varieties of Plants- a la que el país adhirió en 1995, permite que los productores usen sus propias semillas para replantar.6 Esto es especialmente relevante en el caso de la soja, ya que por tratarse de una especie autógama la calidad de la semilla no cambia de generación en generación, como sucede con los híbridos de maíz, por ejemplo. En los años '90, la falta de controles, además, facilitó la expansión de un mercado de semillas ilegal, llamada "de bolsa blanca", que se agudizó tras el cierre del Instituto Nacional de Semillas (INASE) en el año 2000. De acuerdo con estimaciones de la Asociación Argentina de Protección de Obtenciones Vegetales (ARPOV) -donde están representadas empresas locales y multinacionales, además del INTA y universidades- en el 2002 sólo el 23% de las semillas de soja plantadas eran certificadas. Así, el precio de la semilla de soja RR fue bajando en relación con el de la semilla convencional: era 2,5 veces más cara en 1996/1997, pero sólo 1,5 en 1999/2000 según Trigo et al. (2002), o apenas un 30% más, según Qaim y Traxler (en prensa). Para captar alguna ganancia extra de los productores que replantan las semillas, en 2000 Nidera -y más tarde Monsanto- establecieron acuerdos de "regalía extendida" que los productores deben firmar al comprar sus semillas. Los productores se comprometen a pagar un fee cada vez que replantan las semillas: 2 dólares por bolsa de 50 kg. de soja RR en el caso de Nidera, y 1,5 dólares por bolsa de 25 kg. de soja RR en el caso de Monsanto.
El bajo precio de las semillas de soja RR en la Argentina provocó una protesta de los productores norteamericanos, y el General Accounting Office de ese país realizó un informe sobre el caso donde quedó en claro la diferente situación de las semillas de soja y maíz transgénicos en el país: la soja RR costaba aproximadamente la mitad en la Argentina que en los Estados Unidos, mientras que el precio del maíz Bt era similar en los dos países. El informe atribuyó la diferencia a la falta de patentamiento del gen, la posibilidad de reutilización de la propia semilla por parte de los productores y al mercado negro (GAO, 2000). Un trabajo de Bullock y Nitsi (2001) sobre la adopción de soja RR en los Estados Unidos -donde esta tecnología tuvo una aceptación alta, pero significativamente menor que en la Argentina (Trigo et al., 2002, p. 88)- demuestra el impacto que el mayor costo de la semilla -que atribuyen al oligopolio de Monsanto, Pioneer y Novartis- tiene en el interés de los productores de ese país por adoptar esta tecnología: estiman que no todos adoptarán la soja RR. Por otra parte, el anuncio de Monsanto de abandonar el mercado y la investigación y desarrollo de soja en la Argentina a comienzos de 2004, entendido como protesta por el mercado negro de semillas, puede vincularse con la restitución del INASE y del proyecto de la SAGPyA de centralizar el cobro de regalías, limitando de alguna manera la reutilización (Smith, 2004b; Bertello, 2004).
El cultivo de soja RR creció en principio a expensas de pasturas (desplazando la rotación tradicional agricultura-ganadería) y de otros cultivos. Si bien en algunas áreas de la Pampa se sostuvo la rotación con maíz y trigo, se sabe de la existencia de áreas de monocultivo, con rotación esporádica con maíz (Satorre, 2001). Pero la soja RR avanzó también sobre áreas previamente no explotadas y marginales (Begensic, 2002a; Qaim yTr a x l e r, en prensa), incluso en áreas que fueron deforestadas en las provincias de Salta y Chaco, entre otras, acelerando una tendencia previa a la "pampeanización" (Pengue, 2004; Rofi, 2004).

2.2. Problemas del monocultivo

Con respecto al impacto ambiental de la adopción de la soja RR en la Argentina, varios autores locales tienen una visión general positiva al destacar que favoreció la sustitución de las técnicas de laboreo convencional por la siembra directa y el reemplazo de herbicidas tóxicos por el glifosato, de baja toxicidad. Acerca del avance sobre tierras marginales -mencionado por algunos de ellos- comentan tímidamente que es menos dañino que se produzca con técnicas de siembra directa. En esto coinciden Penna y Lema (2003), Poverene y Cantamutto (2003), Qaim y Traxler (2003) y, especialmente Trigo y Cap (2003) quienes, hablando de la Pampa húmeda, califican este proceso, de manera entusiasta, como "un ciclo virtuoso de intensificación tecnológica". Aunque admiten que la cantidad total de herbicidas utilizados aumentó, en general, estos autores no juzgan grave dicha situación. Poverene y Cantamutto (2003) denuncian el uso descuidado del glifosato en banquinas, que afecta la flora y fauna silvestre. En relación con el escape de los transgenes de la soja RR al ambiente -una gran preocupación en el caso de las tecnologías OGM (Ellstrand, 2002)- se destaca que no pueden migrar, dado que la soja no tiene parientes silvestres en América.
Otros autores han señalado con preocupación la posibilidad de que el uso tan extendido del glifosato facilite la emergencia de malezas resistentes (Satorre, 2001; Benbrook, 2001; Benbrook y Baumüller, 2002). Varias comunicaciones de estaciones experimentales del INTA hablan de indicios en este sentido, y una publicación reciente identifica 37 especies de malezas de importancia creciente en cuanto a los fenómenos de tolerancia, además de un cambio general en la población de malezas de pronóstico todavía incierto (Vitta et al., en prensa). Benbrook y Baumüller (2002) también reportan, a partir de comentarios de productores locales, el problema de la compactación de los suelos- debido al abandono del laboreo convencional, la falta de rotación con pasturas como alfalfa y al tipo de suelo de la Pampa húmeda. También señalan, al pasar, la posibilidad de cambios en la microflora del suelo, así como la potencial emergencia de nuevas plagas debido al monocultivo -aunque no lo mencionan, la amenaza de la roya de la soja sería un ejemplo (Bertello, 2003). Tras entrevistar a actores locales, estos autores sostienen que, dados los "dramáticos recortes" realizados al sistema público de investigación agrícola, son pocos en la Argentina los que creen que se esté prestando la debida atención a estos problemas. Otro problema derivado de la intensificación agrícola que la soja RR hizo posible es la pérdida de fertilidad de los suelos, que el incremento en el uso de fertilizantes no está compensando (Satorre, 2001; Palermo, 2003).
Quizás una de las miradas más preocupantes sobre los impactos de la adopción de la soja RR es la que puede verse en un artículo reciente de la revista de ciencia británica New Scientist. Firmado por Sue Branford (2004), ya desde su título sugiere una valoración negativa: "Argentina's bitter harvest" ("La amarga cosecha de la Argentina"). La nota menciona el bajo costo del glifosato en el país (y parece insinuar que se debe a una estrategia de Monsanto), así como la estimación de Trigo et al. (2002) sobre las ganancias globales que la soja RR dejó a los productores argentinos. Pero, sobre todo, hace foco en un problema en particular: la "crisis ambiental" causada por el uso intensivo del glifosato y, en general, por el impacto del monocultivo de soja. Por la tolerancia al herbicida y la aparición de plagas, sostiene Branford, el uso de agroquímicos se habría disparado lo que, sumado al mal manejo, estaría causando problemas en poblaciones aledañas a los cultivos de soja RR. En este sentido, menciona como ejemplo el caso de Colonia Loma Senés, donde una orden judicial prohibió a los arrendatarios de tierras que continuaran fumigando. El artículo también menciona a investigadores de la Universidad de Rosario y del INTA en relación con la emergencia de malezas tolerantes, y a Walter Pengue, de la Universidad de Buenos Aires, quien estima que el consumo de glifosato en la Argentina habría alcanzado 150 millones de litros en 2003, de apenas 13,7 en 1997. En comparación, Trigo et al. (2002) y Qaim y Traxler (en prensa) hablan de poco más de 80 millones de litros en 2000/2001.
El artículo de Branford parece preocupado casi exclusivamente por la problemática de los transgénicos, y exhibe cierta urgencia por alcanzar una conclusión negativa sobre los mismos. En este sentido, tiene puntos en común con un artículo previo de la misma autora (2002) en The Ecologist, cuyas únicas fuentes explícitas son dos expertos del Grupo de Reflexión Rural -una ONG argentina (Vara, 2003b)- y un artículo de Joensen-Ho (2003) del Institute of Science in Society -una ONG internacional con sede en Londres. Ambas ONG pueden considerarse representativas de las diversas agrupaciones que se oponen explícitamente a la tecnología OGM descriptas por Nelkin (2003). Es notable cómo, en el párrafo final de su trabajo, Branford (2004, p. 43) comienza hablando del monocultivo para deslizarse luego a la consideración de la tecnología OGM, como si el caso de la soja RR en la Argentina pudiera considerarse ejemplo representativo de la adopción de transgénicos:
Muchos ven la experiencia de la Argentina como una advertencia de lo que puede pasar cuando la producción de una única commodity destinada al mercado mundial se privilegia por sobre la preocupación por la seguridad alimentaria. Cuando esta commodity es producida en un sistema próximo al monocultivo, con el uso de una tecnología nueva y relativamente no probada, la vulnerabilidad del país es compleja. Hasta el presente, son pocos los países que optaron por la tecnología OGM: los Estados Unidos y la Argentina tienen, en conjunto, el 84 por ciento de los cultivos GM del mundo. Pero los países que, como el Reino Unido, parecen estar preparándose para autorizar el cultivo comercial de cultivos OGM, harían bien en tomar en cuenta el caso argentino y ver cómo las cosas pueden salir mal.
Es importante que el editorial de New Scientist (2004) que acompaña la nota de Branford cuestione tácitamente el foco en la tecnología OGM, al atribuir los problemas mencionados en la misma a un "mal manejo de la tecnología, más que a la tecnología misma".
El artículo de Branford tuvo un impacto importante en la prensa británica, y fue respondido en una nota del diario británico Daily Telegraph (Mirodan y Harrison, 2004) por Trigo y Cap, entre otras fuentes argentinas ligadas al campo y a la tecnología OGM en particular que fueron consultadas -como Grabiela Levitus, de Argenbio, una entidad dedicada a promover la biotecnología en la Argentina, con apoyo científico y de la industria. Allí se menciona el trabajo de Trigo et al. (2002) como financiado en parte por el gobierno argentino y en parte por un centro internacional de investigación. Trigo acusa a Branford de hacer un uso "very liberal" -muy libre- del ejemplo de Colonia Senés, para trazar una imagen que lleva a conclusiones equivocadas acerca de la situación de la agricultura argentina. Seguidamente, tras mencionar el impacto favorable sobre el empleo rural de la adopción de la soja RR y la ganancia que dejó a los productores según la estimación de Trigo et al. (2002) también mencionado por Branford, cita a Cap diciendo: "es muy irresponsable escribir un artículo que describe el programa de soja como un desastre, cuando en realidad salvó a una sociedad de la catástrofe económica."
Ahora bien, si es cierto que la nota de Branford en New Scientist puede considerarse de algún modo inspirada en sectores que se oponen a la tecnología OGM, también es razonable considerar que algunos de los estudios sobre transgénicos en la Argentina pueden exhibir un sesgo en favor de esta tecnología, fruto de los beneficios que la soja RR aportó globalmente a los productores argentinos. No en vano, Trigo et al. (2002, p. 171) sostienen que, dado que la oposición europea no se reflejó en perjuicios serios de acceso a los mercados para este producto, no es sorprendente que "no sólo los proveedores de insumos sino también los agricultores, la comunidad científica y las autoridades gubernamentales estén masivamente a favor de esta tecnología". Así, entre los autores locales revisados aquí que tienen una visión benigna o positiva de la adopción de soja RR se cuentan expertos del sistema científico público -Poverene-Cantamutto, Penna- Lema- vinculados a asociaciones de productores -Peiretti, de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa, AAPRESID- a compañías multinacionales - Meninato, de Dow- y funcionarios -Begensic, de la SAGPyA, Ablin-Paz, de Cancillería. Como sugieren Benbrook y Baumüller (2002, p. 5) en su informe de viaje, el beneficio que la soja RR significó para el campo argentino en los años '90 motiva un entusiasmo desbordante en ese sector -que, agregamos, podría inducir a posiciones de apoyo poco crítico a esta tecnología:
El entusiasmo por el sistema de soja RR casi no tiene límites. Los beneficios económicos que siguieron a la adopción de la soja RR y la notable expansión de la superficie destinada a soja y de las exportaciones es la única historia inequívoca de éxito nacional durante un período de general declinación en la economía argentina en su conjunto.
Un punto intermedio entre estas visiones, y una suerte de balance preliminar de la adopción de la soja RR en el país, puede encontrarse en un reciente documento del INTA (2003), mencionado por Branford (2004) para argumentar acerca de la preocupación por el monocultivo. Efectivamente, desde su primer párrafo, el informe menciona una serie de puntos críticos que el "proceso de agriculturización" acompañado de "monocultivo" trajo al campo argentino:
La preocupación del INTA por una producción sustentable (económica, social y ecológicamente) involucra cuestiones apremiantes, como las vinculadas con las variables medioambientales: erosión, pérdida de materia orgánica, balance negativo de nutrientes, desertificación, la reducción de la biodiversidad y también los efectos sociales, tales como el despoblamiento del medio rural por falta de oportunidades de empleo y la sustitución de actividades de mano de obra intensivas por otras extensivas. Por otro lado, en parte debido a condiciones muy favorables de muchos de nuestros productos de exportación, los indicadores de productividad y rentabilidad empresaria son positivos en buena parte del sector. Sin embargo, de no mediar una estrategia concertada, a mediano plazo, esta situación tenderá a deteriorarse, como consecuencia directa del desordenado proceso de agriculturización, acompañado, en muchos casos, de monocultivo (tanto en cultivos agrícolas como forestales), del que estamos siendo testigos. (INTA, 2003, p. 1)
Luego, el informe se refiere explícitamente al monocultivo de soja RR, y evalúa su impacto tanto en la región pampeana -donde, destaca, "no constituye una alternativa sustentable a los planteos que incluyen rotaciones"- como extra-pampeana -sobre el que advierte que "constituye un sendero incompatible con la producción agropecuaria en esas regiones". El informe es contundente en su diagnóstico y pronóstico: "En este escenario, al cabo de un período de tiempo indeterminado, el stock de recursos naturales sufrirá una degradación irreversible, tanto en cantidad como en calidad, especialmente en los ecosistemas más frágiles" (ibid., p. 3). Más adelante, el informe ofrece opciones de cambio tecnológico que podrían "incidir eficazmente a favor de alternativas del medio ambiente", entre ellas la agricultura de precisión, alternativas de producción de maíz de mayor competitividad, paquetes tecnológicos para la producción de carnes y leches complementarios de los planteos agrícolas, y sistemas productivos integrales de agricultura permanente (ibid., p. 5). Tras mencionar -citando a Trigo et al. 2002- que la soja produjo en el período 1996-2001 "beneficios adicionales de más de 5.000 millones de dólares para el país", y que constituye "la fuente más importante de ingresos fiscales", el informe es contundente al evaluar los costos de avanzar hacia planteos más sustentables: una rotación con mayor presencia de maíz "implicaría una desmejora en el resultado operativo (margen bruto), valuado a los precios actuales de insumos y productos, de unos 250 millones de pesos anuales", y una rotación con ganadería de engorde -que, sostiene, "se aproximaría con una situación compatible con la sustentabilidad de largo plazo", reduciría el margen bruto en 1.350 millones de dólares anuales (ibid., p. 4). Con respecto a la posibilidad de introducir estos cambios, el informe señala luego que, si bien la soja pude ser reemplazada fácilmente por tratarse de una planta anual que no requiere inversiones importantes, la pérdida de rentabilidad puede desalentar especialmente a los arrendatarios de tierras, que constituyen el 50% de los productores. Por otra parte, previamente había destacado que en el caso de los pequeños productores el costo del dinero "incide desproporcionadamente en contra de la decisión de optar por la siembra de maíz." (ibid., p. 3)

Este informe del INTA merece una consideración especial porque constituye una crítica bastante aguda al monocultivo de soja RR en la Argentina, en donde queda en evidencia la complicada confluencia de factores que están en juego. En concordancia con lo señalado por autores ya comentados, el problema del monocultivo de soja RR es consecuencia de una serie de hechos extraordinarios locales -fundamentalmente, el no-monopolio de la tecnología- e internacionales- el aumento de la demanda internacional de soja, que creció primero en Europa y luego en Asia -los cuales contribuyeron a una tasa de adopción extraordinaria. La tecnología OGM, por sí sola, no hubiera alcanzado para dar semejante impulso a la adopción de soja RR -como no lo hizo en los Estados Unidos. Para la Argentina, salir del monocultivo de soja RR es costoso porque este monocultivo ofrece alta rentabilidad, es de manejo sencillo, puede aplicarse en tierras previamente no explotadas, y parece accesible incluso a los pequeños productores. A esto se agrega el crecimiento del arrendamiento de tierras característico de los años '90, impulsado por nuevos agentes, como los pools de siembra, que van en busca de buenos rendimientos cuando otras inversiones son menos seguras o menos rentables (Barsky y Gelman, 2001).8 El "fracaso" de la soja RR en la Argentina es consecuencia, precisamente, de su "éxito". Éste, a su vez, es resultado de circunstancias extraordinarias.

3. Cuestiones olvidadas

3.1. El caso del maíz transgénico

El primer maíz transgénico introducido en la Argentina fue el Bt, modificado para ser resistente a lepidópteros. En principio, siguiendo la política espejo con la UE - establecida como respuesta a la moratoria de facto de aprobación de transgénicos, establecida en 1998- fueron aprobados los eventos 176, por pedido de Ciba-Geigy, en enero de 1998; MON 810, por pedido de Monsanto Argentina S.A.I.C., en julio de 1998; y Bt 11, por pedido de Novartis Agrosem S.A. En 1998 también se aprobó un maíz tolerante a un herbicida, el evento T25 de AgrEvo, tolerante a glufosinato (Trigo et al., 2002). Pero recientemente esta política parece haberse abandonado: así fue leída la aprobación en julio de 2004 del evento NK 603 de Monsanto, es decir, el maíz tolerante a glifosato o maíz RR. Aunque una observación más cuidadosa hace pensar que el gobierno argentino está contando con que este evento sea finalmente aprobado en Europa (Varise, 2004).
Si bien el cultivo de maíz tiene larga tradición en la Argentina, resultó ser uno de los desplazados por la expansión de la soja en los años '90, no obstante lo cual alcanzó una cosecha record de 19 millones de toneladas en 1997-98. Ese record se obtuvo aproximadamente en la misma área en la que 25 años antes se obtenían apenas 8 millones de toneladas. En la actualidad, el área sembrada es de alrededor de 3 millones de ha, y la producción de 14 millones de tn, de los que se exportan unos 8-9 millones. Con estimaciones de 2002/2003, la Argentina es el quinto productor de maíz del mundo, y el tercer exportador. (AACREA2003, pp. 61-62). Como comentan Reca y Parrellada (2001, p. 42), a diferencia de la soja cuyos rindes no crecieron significativamente, con el maíz hubo en los años '90 un incremento de rindes importante, que se considera parte de una tendencia que comenzó en los '70. Gracias a la política espejo, la Argentina le ha seguido vendiendo maíz a la UE aún después de la moratoria, especialmente a fines de los 1990: unas 800.000 toneladas a España y 400.000 a Portugal. Parte de este maíz puede ser transgénico, dado que la Argentina hasta ahora no ha segregado la producción (Wroclavsky, 2002) -lo que deberá hacer de aquí en más, a partir de las normas de trazabilidad y etiquetado mencionadas en la Introducción. Irónicamente, como comentan Ablin y Paz (2000, p. 7), la Argentina se benefició con un pedido de los Estados Unidos para que la UE abriera su mercado al maíz, realizado en las negociaciones de la Ronda Uruguay del GATT.
La adopción del maíz Bt en la Argentina ha sido mucho más lenta que la de la soja RR. Aprobado en 1998, en el año 2000 el maíz Bt apenas cubría el 6% de la superficie destinada a este cultivo; y en 2001, 20% (Trigo et al., 2002). En 2002/2003, se estima que el porcentaje podría ser del 25% (Trigo y Cap, 2003), aunque también hay estimaciones del 40% (La Nación, 2003b). Como se comentó, el precio de las semillas de maíz Bt es sustancialmente superior a las semillas convencionales, de manera que los beneficios de adoptar una variedad Bt tienen que ver con la prevención del ataque del gusano barrenador del tallo, Diatraea saccharalis, que puede provocar pérdidas de entre el 10% y el 25%, con "casos extremos" del 50% (Vallote et.al., 2000).
Son mucho menos comprensivos los estudios de impacto sobre el maíz Bt en la Argentina que los que hay sobre la soja RR. El primero fue realizado por expertos del INTA Marcos Juárez en el año 2000, comparando dos híbridos similares -el Chaltén convencional y el Chaltén TD, con el gen Bt- en cuatro fechas de siembra. Las fechas de siembra son importantes porque la probabilidad y magnitud del ataque del barrenador del tallo aumenta a medida que se atrasa la fecha de siembra. Los autores concluyen que las ventajas de la variedad Bt se evidencian especialmente en las fechas de siembra más tardías, pero no en la primera y muy poco en la segunda (Vallone et al., 2000). Un segundo trabajo de los mismos autores, realizado después de la devaluación del peso -cuando el costo de las semillas había subido casi un 300%- confirma estas conclusiones. Trigo et al. (2002, p. 118) mencionan un trabajo de AACREA según el cual un ataque del barrenador del tallo debe implicar pérdidas del más del 7,7% para justificar el precio pagado por la semilla Bt.
En un trabajo previo, Ablin y Paz (2000) tienen en cuenta estimaciones de productores argentinos, que hablan de un incremento en los rindes para maíz Bt del 15% como máximo, y del USDA y de la Comisión Europea, que hablan de incrementos en los rindes de entre el 8% y el 10%. Con una estimación conservadora del 5%, y considerando el precio de la semilla de maíz Bt en 92 dólares por bolsa de 50 kg., frente a 72 dólares/50 kg. para el maíz convencional, sostienen que es bajo el incentivo para la adopción del maíz Bt, salvo que se incrementen los rindes.
En resumen, en cuanto a la distribución de los beneficios del maíz Bt en la Argentina, considerando una ganancia neta del 5% superior para el maíz Bt que para el convencional,9 Trigo et al. (2002) sostienen que los beneficios acumulados entre 1998 y 2003 de la adopción del maíz Bt en la Argentina son 399 millones de dólares -se simuló el proceso de adopción entre 1998 y 2001 y se proyectaron los resultados a 2003. De los mismos, el 79% va a los proveedores en la compra de semillas, y sólo el 21% a los productores, en la forma de aumento de producción. Es decir, una distribución inversa que la que se da en el caso de la soja RR.
3.2. El caso del algodón transgénico
En los años '90, la superficie destinada al algodón creció primero y se redujo después. En 2002/2003, la superficie cultivada fue de 158.000 ha y la producción - que se concentra en las provincias de Chaco y Santiago del Estero- fue de 177.000 toneladas. La Argentina importa algodón (AACREA, p. 147-153). El algodón Bt - diseñado para resistir el ataque del complejo oruga del capullo (Helicoverpa gelotopoeon y Heliothis virescens, a la oruga de la hoja del algodonero (Alabama argillacea) y a la lagarta rosada (Pectinophora gosipiella), que constituyen plagas importantes en la Argentina (Qaim y Cap 2002)- fue lanzado para uso comercial en el país en el año 1998 por Genética Mandiyú, un joint venture entre Monsanto, Delta and Pine Land (DP&L) y Ciagro. Se trata del evento MON 531 -de Monsanto Argentina S.A.I.C. En 2001 se aprobó un algodón RR: el evento MON 1445 -también de Monsanto Argentina S.A.I.C. (Trigo et al., 2002; Qaim y De Janvry, 2003).
La adopción de algodón Bt en la Argentina ha sido particularmente baja. De acuerdo a estimaciones oficiales, en 2001, después de cuatro años de su introducción, el algodón Bt sólo representaba entre el 7% y el 8,5% de la superficie destinada a este cultivo. La clave de esta baja tasa de adopción es el alto precio de la semilla de algodón Bt. Un estudio del INTA Sáenz Peña en la campaña 1999/2000 sobre 64 lotes en campo de productores (32 sitios de variedades transgénicas y sus refugios correspondientes) en diferentes zonas agroecológicas de las provincias de Chaco y Santiago del Estero, mostró que las ventajas económicas del algodón Bt dependen de la zona, pudiendo en algunas disminuir las ganancias en relación con las variedades convencionales. El estudio parte de la base de que las semillas son en promedio casi 74 dólares/ha más caras que las convencionales. Este trabajo mostró que las variedades Bt requirieron un promedio de 2,41 menos aplicaciones de pesticidas, con un gasto de 27,55 dólares/ha menor. De acuerdo con las distintas zonas, el algodón Bt ofreció beneficios adicionales de entre 10,97 a 174,50 pesos/ha, y beneficios negativos de entre -12,43 y -9,54 (Elena, 2001).
En la misma línea, Qaim y De Janvry (2003),10 tras analizar una encuesta realizada en 2001 con el INTA sobre 299 establecimientos -de los cuales 210 utilizaban variedades convencionales y 89 ya habían adoptado las variedades Bt, lo que representaba el 60% de adoptantes- concluyen que "aunque el limitado flujo de información también dificulta la adopción, el mayor obstáculo para una amplia diseminación es el alto precio de la semilla". El del algodón Bt en la Argentina es un mercado monopólico: Genética Mandiyú es el único proveedor de la tecnología, y hace firmar a los productores acuerdos que les impiden usar la semilla para replantar. El costo es de la semilla es de 103 dólares/ha -más de cuatro veces el costo de las variedades convencionales, y más del doble del gasto total en insumos de los productores en promedio. Así, a pesar de que el algodón Bt reduce el costo por insecticidas y ofrece mayores rindes que el convencional, no siempre aumenta las ganancias de los productores. Estos resultados tampoco son buenos para la empresa que tiene el monopolio de la semilla, ya que reduce la adopción: usando el método de valuación contingente, los autores estiman que se trata de un precio 80% superior al precio óptimo en términos de maximizar las "ganancias monopólicas". Y comentan que esta política de precios puede tener otras dos consecuencias negativas: en primer lugar, mala publicidad -porque estos precios dan sustento a los críticos de la biotecnología, quienes sostienen que los cultivos OGM son demasiado caros para los productores de los países en desarrollo- además de ser un estímulo para el mercado negro, que además podría estar asociado con la falta de refugios para controlar el desarrollo de resistencia. De hecho, el trabajo habla de que la superficie sembrada con semillas ilegales de algodón Bt -compradas a un precio de entre 35 y 40 dólares/ha- podría haber sido en 2001/2002 cinco veces superior a la oficial. En su análisis para tratar de explicar la estrategia detrás de esta aparentemente desacertada política de precios, los autores destacan que el technology fee en la Argentina es de 78 dólares, similar al de los Estados Unidos, país donde los productores reciben subsidios, por lo que la práctica "lógica" (ibid. p. 827) sería que los precios fueran diferentes. Tras considerar que esta política de precios -que lleva cuatro años en el momento del estudio- no puede deberse a falta de conocimiento del mercado, especulan con que podría estar motivada en estrategias globales de la empresa, en particular, ser una respuesta al lobby agrario norteamericano, dado que Monsanto ya está bajo presión por el bajo precio de las semillas de soja RR en la Argentina -mencionan el informe del GAO (2000), ya citado. Sostienen entonces, con tono de advertencia (ibid., p. 827):
Una política de precios globales uniformes para cultivos OGM de propiedad que responda a las demandas de los productores de países ricos sería una mala noticia para los países en desarrollo. Y tampoco serviría para proteger a los productores norteamericanos, porque no puede considerarse que el crecimiento del mercado negro para las semillas Bt en la Argentina sea de su interés.
El alto costo de las semillas de algodón Bt en la Argentina -y la consecuente baja adopción de esta tecnología OGM- no sólo impide incrementar los rindes, sino también reducir el uso de pesticidas, como demuestran Qaim et al. (2003). Basándose en la misma encuesta del INTA, muestran que las semillas Bt permiten una reducción promedio del 50% en el uso de pesticidas, la mayor parte de los cuales son de alta toxicidad, como organofosfatos, carbamatos y piretroides sintéticos, que pertenecen a las clases I y II, "pesticidas de alto impacto que afectan a la mayor parte de los insectos benéficos y causan significativos problemas residuales". Los adoptantes de algodón Bt en la Argentina también obtienen significativamente mayores rindes: mientras que el incremento de rindes atribuible al uso de Bt es de menos del 10% en los Estados Unidos y China, en la Argentina ese incremento llega al 32%, debido a que el uso de pesticidas es comparativamente bajo, hecho que atribuyen a la falta de subsidios en este país. Dado que los adoptantes de algodón Bt en la Argentina han sido unos pocos grandes productores, y que son los pequeños productores los que tradicionalmente menos pesticidas usan, los autores estiman que la adopción de algodón Bt podría producir incrementos en los rindes del 19% para los grandes productores promedio, y de alrededor del 41% para los pequeños. Así, concluyen (ibid., p. 46): "promover una más amplia difusión de esta tecnología a precios razonables podría no sólo extender los beneficios económicos y ambientales agregados, sino que también podrían tener efectos sociales progresivos."
En relación con la aparición de resistencia, Qaim et al. (2003) también tienen una visión positiva -aunque cautelosa- del impacto del algodón Bt, ya que consideran que es poco probable que se desarrolle rápidamente "si se preservan refugios mínimos", dado que, además del algodón convencional, en estas áreas se cultiva otras plantas que albergan a las plagas que son blanco de las toxinas Bt. Sin embargo, aclaran que se necesitan más investigaciones sobre las complejas interacciones de la tecnología Bt con el ambiente para alcanzar conclusiones sobre su sostenibilidad.
En consonancia con Qaim y DeJanvry (2003) y basándose en Elena (2001), Trigo et al. (2002) estimaron los beneficios del algodón Bt en el país entre 1998 y 2003 en 41 millones de dólares, de los cuales el 83% va a proveedores por venta de semillas, y sólo el 17% a productores -los autores estimaron el pasado entre 1998 y 2001, e hicieron una proyección a futuro de dos años.
En resumen, los pocos estudios realizados hasta la fecha explican las razones detrás de la baja tasa de adopción Bt en la Argentina, a pesar de su gran potencial para incrementar los rindes y reducir el uso de pesticidas. Básicamente, esta situación puede atribuirse al monopolio de la tecnología y tiene un importante impacto tanto en la potencial reducción en el uso de pesticidas como en las ganancias de los productores, en particular de los pequeños. Así, se cumple en el algodón Bt en la Argentina dos de las predicciones de los críticos a las tecnologías OGM acerca de su negativo impacto social: la propiedad monopólica que implica control de precios y que obliga a recomprar las semillas, y el perjuicio para los productores de los países en desarrollo -especialmente para los pequeños productores. Se trata de una situación parecida, aunque no idéntica, a la del maíz Bt: tres diferencias importantes son que en el caso de este cultivo las variedades convencionales también deben recomprarse -por tratarse de híbridos- también ofrecen rindes altos, y a que el impacto de las plagas puede controlarse no sólo con el uso de pesticidas sino también con la fecha de siembra. En conjunto, las diferencias con la adopción de la soja RR quedan a la vista.

4. Discusión

Chaia Heller (2001) argumenta que la biotecnología representa el emergente y la condensación de una serie de transformaciones que se dieron recientemente en la relación ciencia-sociedad, y que no puede ser analizada inocentemente como una mera herramienta científico-tecnológica:
La biotecnología es más que una práctica científica. Es una red de actores, organismos, herramientas y discursos que circulan a través de los aparatos corporativos, de Estado y del comercio internacional que emergió una vez que se hubo asentado el polvo sobre el capital post-Segunda Guerra Mundial. Cuando algunos dicen que no se trata de 'nada realmente nuevo', que sus creaciones transgénicas representan una continuidad con biotecnologías previas, como la creación de plantas y animales por cruzamiento, están negando una cuestión subyacente: que la biotecnología transgénica emerge de un mundo diferente que aquél en el cual se desarrollaban plantas o se hacía cerveza. Emerge de un conjunto diferente de demandas y compromisos económicos, políticos y sociales. La biotecnología es una nueva forma de producción que emergió cuando el capital tocó los límites de la producción industrial y comenzó a entrar en lo que puede llamarse su fase orgánica: una fase en la que el capital hace blanco en las dimensiones reproductoras de la vida cultural y biológica como loci para la intensificación de la producción y la comoditización."
La intensa relación entre la academia y la industria, la posibilidad de patentar organismos vivos y sus partes, el creciente poder de las compañías multinacionales agroquímicas y semilleras son algunas de las nuevas realidades que están detrás de un hecho cierto: que las tecnologías OGM son básicamente un producto de la industria privada de la era de la globalización, uno de los aspectos que motivaron la oposición a estas tecnologías (Vara, 2003a). Prácticamente todos los eventos en uso actualmente en el mundo pertenecen a multinacionales; de hecho, la Academia China de Ciencia ha desarrollado la única fuente de resistencia a insectos independiente de los genes Bt patentados por Monsanto -pero en la Argentina, México y Sudáfrica, entre otros países, sólo están disponibles las variedades con el transgen Cryl Ac de Monsanto (Raney y Pingali 2004). En el país, además de los eventos aprobados y en uso, más del 80% de los pedidos de permisos a CONABIA para la liberación al ambiente de OGMs corresponden a empresas multinacionales (Trigo et al. 2002, p. 110, sobre datos de CONABIA). Dos números permiten vislumbrar la magnitud de las inversiones que están involucradas en el desarrollo de transgénicos y las diferencias entre los sectores públicos y privado, en particular en relación con los países en desarrollo: solo Monsanto tiene más de dos veces el número de investigadores en biotecnología que toda América latina y el Caribe (Trigo, 2000, p. 88), y el costo de aprobación de un transgénico ha crecido de entre 5 a 10 millones de dólares a entre 20 y 30 millones de dólares en la actualidad (McElroy, 2003).
En este sentido, el proceso de adopción de transgénicos en la Argentina representa un caso de interés para seguir algunas de las complejas alternativas de la puesta en uso de esta tecnología en un país en desarrollo. En principio, puede decirse que varias ironías han marcado este proceso y las evaluaciones que sobre él se hacen. La primera tiene que ver, sin dudas, con el carácter "excepcional" de la adopción de la soja RR (Trigo et al., 2002, p. 169). Más allá de quiénes hayan sido los actores que favorecieron este proceso o podrían beneficiarse con él, lo cierto es que, sobre todo por el no-monopolio del paquete tecnológico y sus consecuencias, no representa un ejemplo que pueda extrapolarse para predecir la aceptabilidad por parte de los productores y el impacto económico, ecológico o social de otros productos transgénicos que pudieran introducirse en el país (Trigo y Cap 2003, p. 93). Sin duda, el caso de la soja RR en la Argentina merece analizarse y discutirse intensamente, y es para celebrar que esta discusión esté creciendo en el país en función del futuro del campo argentino y del país en general, dado el peso que el cultivo de soja tiene en la economía nacional. Sin embargo, es poco probable que de este debate surjan claves que puedan generalizarse para comprender cómo podría ser la adopción de otros transgénicos en la Argentina. En términos comparativos, este caso tampoco parece apto para hacer hipótesis sobre lo que podría pasar en otros países en desarrollo -por ejemplo, para pronosticar la velocidad de adopción de la misma soja RR en Brasil, un proceso que podría tener un impacto vital en la aceptación de la soja transgénica en el mundo y, por lo tanto, en la futura situación de la Argentina en el mercado internacional (Pohl Nielsen, 2002; European Federation of Biotechnology, 2002).
Por estas razones, como modelo de análisis de la incorporación de transgénicos en la Argentina, la importancia del caso de la soja RR empalidece frente a los casos del maíz y el algodón Bt, que representan -con sus diferencias- ejemplos que pueden generalizarse más legítimamente. Es importante, entonces, destacar la escasez de trabajos académicos que exploren estos casos desde la perspectiva de la relación ciencia-sociedad y la necesidad de cubrir esta carencia. También es importante alertar sobre la falta de debate público sobre estos dos casos. Si bien una encuesta reciente sobre percepción pública de la ciencia en la Argentina muestra el poco conocimiento del público argentino sobre la existencia de soja transgénica en el país, es revelador que en dicha encuesta no se haya preguntado sobre el maíz y el algodón (Albornoz, et al. 2004).
Una segunda ironía relacionada con el carácter excepcional del caso de la soja RR, desde un punto de vista técnico, es que este transgénico fue desarrollado -y adoptado- para generalizar el uso de un herbicida de baja toxicidad. La adopción masiva de este paquete tecnológico está promoviendo cambios en la distribución de malezas y la detección de malezas tolerantes, como se comentó (Vitta et al., en prensa), que podrían estar motivando la reincoporación de los herbicidas que vino a sustituir, más pesticidas debido a la debilidad de los monocultivos frente a las plagas (Joensen y Ho, 2003; Bradford, 2004).
Otro aspecto clave en relación con el carácter excepcional de la adopción de soja RR tiene que ver con las críticas sobre los efectos sociales de los transgénicos en la Argentina, en particular, el despoblamiento del campo y la concentración de la propiedad, que se enfocan sobre el caso de la soja RR (Joensen y Ho 2003; Bradford, 2004). Si bien hay coincidencia, como se comentó, sobre que el campo argentino sigue despoblándose y la propiedad de las tierras concentrándose, continuando tendencias previas (Trigo et al., 2002; Teubal, 2003; AACREA, 2003), de los estudios sobre soja RR realizados hasta la fecha no se concluye necesariamente que estos fenómenos hayan sido exacerbados por este cultivo. Incluso algunos parecerían argumentar en el sentido contrario (Trigo et al., 2002; Qaim y Traxler, en prensa). No hay entonces, todavía, evidencias concluyentes para exculpar a la soja RR de los males sociales del campo argentino, pero tampoco para condenarla. Esas evidencias claras sí podrían surgir del análisis del caso del maíz y, sobre todo, del algodón Bt -siendo interesante también analizar la interacción con la soja RR.
En relación con esas críticas, por otra parte, es razonable especular que puede ser diferente el impacto de la soja RR en las áreas de menor inequidad socio-económica de la Pampa húmeda, las áreas más fértiles del país, que en las tierras marginales y/o en aquellas tradicionalmente marcadas por la inequidad. El caso de colonia Loma Senés mencionado por Branford (2004), los abusos hacia pequeños productores de Santiago de Estero comentados por Joensen y Ho (2003), o la reciente venta de tierras protegidas en Salta -cuestión sobre la que se advierte el crecimiento de una suerte de consenso de repudio público-11 pueden considerarse problemas que los análisis de impacto económico y ecológico generales no capturan. El diablo está en los detalles, se dice a veces. De manera que para tener conclusiones representativas de las diversas realidades del país en cuanto al impacto de la soja RR, se impone la necesidad de estudiar diferentes áreas. Es probable que estos estudios diferenciados contribuyan a conciliar aunque sea en parte las perspectivas divergentes aportadas por actores pro- y anti transgénicos, quienes parecen enfocar de manera privilegiada distintos escenarios. Como sostiene el segundo informe sobre tecnologías OGM del Nuffield Council on Bioethics, dedicado a los países en desarrollo, en relación con las afirmaciones que vinculan la adopción de la soja transgénica en Argentina con procesos de deforestación, desempleo rural e inseguridad alimentaria, "la compleja interacción de factores tecnológicos con procesos sociales, políticos y regulatorios implica que es difícil evaluar estas variadas afirmaciones" (2004, p. 41). Sirven de comparación las conclusiones del mismo informe (ibid., pp. 41-42) sobre el diferente impacto que podría tener la soja tolerante a glifosato o, en general, transgénicos que reduzcan la necesidad de mano de obra, en India y Kenya, en relación con las prácticas tradicionales de desmalezamiento y la disponibilidad de mano de obra. La Argentina agrícola parece estar formada por más de un país, y la soja RR -que pudo traspasar las fronteras entre unos y otros- podría tener en ellos impactos diferentes.
Finalmente, la cuestión del comercio internacional es clave para comprender y evaluar la situación de los transgénicos en la Argentina. Es una asociación que sólo recientemente comienza a instalarse en el debate internacional sobre transgénicos - indudablemente, acelerada por las leyes de trazabilidad y etiquetado de la UE y por la puesta en vigor del Protocolo de Cartagena, que regula el comercio de OGM- que, como se dijo, tuvo históricamente un fuerte eje de discusión en el tema de seguridad alimentaria en un sentido estrecho. Así, es auspiciosa la inclusión de una presentación más amplia de esta cuestión en varios informes internacionales sobre las tecnologías OGM en los países en desarrollo, como el trabajo preliminar del gobierno de Gran Bretaña (Strategy Unit, 2003), o el más avanzado producido por el gobierno de Australia (Abdalla et. al., 2003). En particular, el ya citado informe del Nuffield Council on Bioethics (2003, p. 16), que sostiene que la reducción de las trabas a las importaciones agrícolas de países pobres, así como la reducción de los subsidios agrícolas de los países desarrollados a sus agricultores puede ayudar a los países en desarrollo en su búsqueda de seguridad alimentaria.
En el mismo sentido, es importante reflexionar sobre el hecho de que la Argentina adoptó los transgénicos como parte de una estrategia para competir por los mercados agrícolas con los Estados Unidos y su producción subsidiada -de hecho, tanto los discursos de los impulsores de los transgénicos como los de algunos de sus críticos en el país vinculan su adopción con la competitividad del campo argentino y la cuestión de los subsidios agrícolas de los países desarrollados (Vara, 2003a). Y las políticas adoptadas -en particular, la aprobación en espejo de los eventos aprobados en la UE- muestran que, a pesar de las coincidencias con lo que se estaba haciendo en los Estados Unidos en los mismos años, las decisiones argentinas en los comienzos del proceso de adopción de transgénicos conservaron cierta independencia. Por eso, como se dijo, la Argentina pudo sacar ventaja de la cuota de maíz de la península ibérica, que los Estados Unidos habían ganado en la Ronda Uruguay del GATT y luego perdieron por la moratoria (Ablin y Paz, 2000). La Argentina abandonó su política de relativa independencia precisamente como respuesta a la resistencia del mercado europeo frente a los transgénicos. Y acabó acompañando a los Estados Unidos en su protesta ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) por la moratoria, pese a que no había sido directamente perjudicada por ella (Longoni, 2003; Morales Solá, 2003). Por eso no sorprende que una funcionaria de la SAGPyAhaya comentado extraoficialmente que, en su opinión, estaba más en los intereses argentinos denunciar las leyes de trazabilidad y etiquetado que la moratoria -que, por otra parte, ya estaba por caer cuando se presentó la protesta: la aprobación del maíz Bt-11 el 19 de mayo pasado para que sea vendido en supermercados fue presentada como el fin de la moratoria de facto (La Nación, 2004a).

Para terminar, una observación que surge del análisis del caso argentino -y, en este sentido, volvemos al tema de la soja- es la gran influencia que dos actores internacionales no técnicos como son los consumidores europeos y los productores del sur de Brasil han ejercido y siguen ejerciendo en la controversia internacional sobre tecnologías OGM. Más allá de que éstos son sólo dos de los múltiples actores involucrados -siendo los organismos técnicos y políticos y los sectores científicos de esos países, las empresas multinacionales, las ONGs ambientalistas y ruralistas, los productores y expendedores de alimentos y los medios de comunicación otros importantes jugadores- puede decirse que, así como el "no" de los consumidores europeos a los transgénicos hizo peligrar la posición argentina en el comercio internacional de soja, fue el "sí" de los productores brasileños el que parece inclinar nuevamente la balanza a su favor. En efecto, cuando los consumidores europeos dijeron "no" a la tecnología OGM y la soja transgénica dejó de utilizarse en la elaboración de productos para consumo humano a pesar de que la soja RR había sido aprobada en la UE, demostraron una independencia de criterio con respecto a las autoridades regulatorias. Casi simétricamente, pero con signo inverso, los productores del sur de Brasil, con su "sí" a la soja RR -que había sido aprobada por las autoridades sanitarias de ese país, pero no para su comercialización, debido a un fallo judicial- también mostraron una actitud de independencia hacia su sistema legal (Paarlberg, 2001, pp. 79-87). Si bien indudablemente son varias y complejas las razones detrás de las decisiones tomadas por estos dos actores, un simple análisis de distribución de costo-beneficio (Magnus y Caplan, 2002, p. 84) ya resulta orientativo para comprenderlas. Desde esta perspectiva, los consumidores asumen el riesgo de una tecnología nueva, mientras que los productores se benefician con una tecnología que reduce sus costos: Paarlberg (2001, p.81) sostiene que la soja transgénica cultivada ilegalmente en Brasil era 17% por ha más barata que la convencional -aunque esto cambió cuando se autorizó provisoriamente su uso, y Monsanto reclamó el pago por la propiedad intelectual (Smith, 2004a). En relación con la situación de un país agroexportador como la Argentina, una conclusión importante tiene que ver con destacar que estos actores no se guiaron estrictamente por cuestiones técnicas, de riesgo, y que adoptaron decisiones con independencia de las que habían tomado los sistemas legales de sus países. Lo cual, en última instancia, marca los límites de las decisiones de organismos nacionales e internacionales.

Notas

1 Un ejemplo reciente de la importancia y persistencia de este eje de controversia es la carta firmada por 670 organizaciones y más de 800 personas -y difundida por el Catholic Institute for International Relations (CIIR)- presentada como respuesta al informe de la Food and Agricultural Organization (FAO) Agricultural Biotechnology: Meeting the Needs of the Poor?, donde se argumentaba a favor de los transgénicos para combatir el hambre. Comenta el director ejecutivo del CIIR: "es increíblemente preocupante que una organización con tanta autoridad como la FAO exponga un argumento que implica, en esencia, legitimar la agenda de las corporaciones trasnacionales." (CIIR, 2004)
2 Penna y Lema citan, de manera incompleta, a D. White: "Biotecnologia agrícola: actitud del sector argentino", Revista Agromercado.
3 Meninato cita un estudio de mercado realizado por Jefferson Davies de Iowa para DowAgroSciences en 1997 y 1998, en el que se encuestó a más de trescientos productores del área sojera que habían adoptado la soja RR. Penna y Lema citan a S. Aguirre y L. Segura (1999): "encuesta de adopción de soja transgénica. Soja-Información para extensión", INTA / EEAMarcos Juárez, con respecto a las opiniones de los primeros adoptantes.
 4 Penna y Lema citan a Cazenave y Asociados (2000): Argentine agricultural sector consulting report. 5 El estudio más reciente que Trigo et al. citan, de manera incompleta, es de Mora y Araujo de 2000.
6 La Ley 20247, de 1973, de Semillas y Creaciones Fitogenéticas, así como su decreto relacionado (No. 2819 de 1991), de creación del INASE, establecen tanto el marco para la protección de una variedad vegetal como el marco institucional para la organización del comercio de semillas. En el área de patentes de invención, en el 2000 entró en vigencia la Ley 244481 y su modificatoria 24572 que permite patentar productos farmacéuticos y biotecnológicos, en concordancia con el convenio TRIPS (Trigo et al., 2002).
7 Los términos de los acuerdos de regalía extendida de Nidera pueden verse en: http://www.ebiznidera. com.ar/catalogo/regex.asp, y los de Monsanto en: http://:www.monsanto.com.ar/secciones/productos/soja/regalia/msps_.asp
8 Los pools de siembra son grupos de inversores liderados por técnicos agrícolas, que arriendan tierra para desarrollar explotaciones cuando hay expectativas de buenos precios. Representan capitales móviles, ya que no suelen comprar tierras.
9 De acuerdo con estimaciones de Márgenes Agropecuarios de diciembre de 2001.

10 Qaim y Cap (2002) y Qaim y DeJanvry (2003) presentan resultados similares sobre la misma encuesta.
11 Es significativo el editorial crítico de La Nación (2004b) -un diario cercano a los intereses del campo y que ha editorializado varias veces a favor de la biotecnología agrícola- donde se sostiene que "el fin de la desafectación ha sido sólo económico y coyuntural", y que ésta pone en riesgo la seguridad jurídica.

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10 BENBROOK, Charles; BAUMÜLLER, Heike (2002): "Argentina trip report", manuscrito.
11 BERTELLO, Fernando (2004): "Hay más ventas de semillas fiscalizadas", La Nación, 10 de julio, suplemento Economía & Negocios, p. 3.
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Visita al Museo Histórico Nacional de Chile

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